Salvando matrimonios

H.M. Televisión, en su serie Firmes en la Verdad, entrevista en esta ocasión al Doctor Adrián Cano, responsable de la Unidad de Diagnóstico y Terapia familiar (UDYTEF) de la Universidad de Navarra, que cuenta su experiencia en la atención de matrimonios y familias en crisis, dispuestas a dar la batalla para no perder lo más importante de sus vidas.


Esta unidad, compuesta por dos psicólogas, un psiquiatra, una enfermera especializada en psiquiatría y otros colaboradores profesionales, nació, aproximadamente hace 15 años, para responder a la necesidad que veían los psiquiatras, psicólogos y médicos de la clínica de la Universidad de Navarra, ante la gran cantidad de gente que tenía problemas en su matrimonio o en la familia. Muchas personas sufren no solo por una enfermedad física sino por complicaciones en sus relaciones interpersonales, tanto en el matrimonio como en la familia. Ante esta situación, algunos profesionales de la universidad decidieron estudiar más a fondo este tema, para poder proponer una método que ha sido innovador y muy eficaz en la solución de estos conflictos.


La ayuda prestada no es solo para pacientes del hospital sino que está abierta a cualquier persona de cualquier lugar. En palabras del propio doctor: “Lo que más recibimos es gente de la calle, que no tiene ninguna enfermedad médica y que tiene un problema de relación conyugal o de relación familiar. Eso es lo que más atendemos. Por otro lado, si tenemos un paciente con una enfermedad grave que altera a la familia, al entorno, o que ya lo tenía alterado previamente, también se les puede ayudar. Pero lo más frecuente es que venga gente de la calle. Hoy en día, desgraciadamente se rompen muchos matrimonios, y eso lleva como consecuencia el sufrimiento de muchos niños, entonces, eso es lo que más atendemos. Gente que viene a nuestra consulta buscando esa ayuda y el apoyo necesario, para que puedan revivir y reencontrarse en su matrimonio y en su familia.


En el procedimiento terapéutico, para diagnosticar y saber lo que les pasa, se estudia  al matrimonio durante un día entero. Se pasa una entrevista familiar, un genograma, cuestionarios, una entrevista individual que cada cónyuge tiene con dos profesionales, y, por último, se hace una prueba de observación de la comunicación. Se les da un tema sobre el que tratan durante 15 minutos.


Se  les hace volver a las tres semanas. Mientras, los profesionales se reúnen, corrigen cuestionarios, tienen varias reuniones de trabajo, y confeccionan un informe con   el diagnóstico y la orientación del tratamiento. El matrimonio deberá regresar a la consulta y allí se les explica. Después se les hace un seguimiento durante seis meses, que consiste en una entrevista una vez al mes.


Porcentaje de arreglo. “Afortunadamente entre el 80 y 90% que hacen terapia, suelen ir bien. Hay algunos que mejoran muchísimo, y los ves que a los dos,  tres o cuatro meses, están felices, y así te lo hacen ver. Otros, mejoran algunas cosas y otras parcelas les quedan por mejorar, pero también les dejamos volar, para que ellos mismos vayan mejorándose. Y hay un porcentaje pequeño de algunos que siguen juntos, han mejorado un poquito, lo suficiente como para no romper esa relación vincular, pero todavía les falta. Y a lo mejor más adelante vuelven a consulta, vuelven a hacer otra tanda, para mejorar un poco más; y así vamos”.


El doctor termina su entrevista dando unas sencillas y cotidianas pautas que ayudan mucho a mejorar las relaciones  matrimoniales y familiares.


1.- Conocerse. Seguir conociendo al otro cónyuge, no perder el conocimiento de las cosas del otro, porque muchas veces nos metemos mucho en nuestro mundo y perdemos el conocimiento de las cosas del otro, pues…, qué le gusta, cuáles son sus ilusiones. Cuando llega el cumpleaños y no sabemos qué regalarle al otro, tiene que encenderse el pilotito de que algo no va bien. Si llega el cumpleaños del cónyuge y alguien sabe qué regalarle porque sabe lo que le gusta al otro, va bien ese matrimonio.


2.- Cultivar mucho el cariño y la admiración del cónyuge. Esos son los antídotos contra el desprecio. A veces, los matrimonios caen en micro-desprecios: “sal de aquí, que tú no sabes hacer esto”, “déjame a mí, no le das bien el biberón al niño, no sabes cambiar un pañal”. Esos son micro-desprecios, y hay que cultivar el cariño y la admiración en todo el ser. Nos hemos casado con una persona que tiene defectos y virtudes, y por lo tanto, tenemos que quererle tal y como es, y no como nos gustaría que fuera.


3.- Hacerlo sentir cerca. Cuando le preguntas a alguien si quiere al otro, te dice que sí, pero si le preguntas a esa persona si se siente querida, ya hay problemas. Hay que hacerle sentir al otro que es el centro de tu vida, porque al final, para la persona casada, la persona más  importante de su vida es el cónyuge, con lo cual hay que hacérselo sentir, hay que lograrlo. Hay que lograr que los cónyuges consigan hacerle sentir al otro que son el centro de sus vidas. Y eso bloquea muchos problemas.


4.- Dejarse influir en las decisiones. Nadie está en poder de la verdad. No transformemos nuestras creencias en certezas, en decisiones. ¿Cómo se puede ver? Las albóndigas se pueden hacer de muchas maneras, no solo como digo yo. Dejarse influir por el otro


5.- Intentar vivir el sentido del matrimonio, guardando, por ejemplo, las fiestas, saliendo juntos, participando con otros matrimonios, con otras familias. Haciendo vida de comunidad. No solo con la Iglesia, con los amigos, sino también con la familia política, dejar que entren primos, amigos. Muchas veces, las familias se encierran en sí mismas y pierden el marco de referencia y el sentido de qué es un matrimonio…


6.-Aprender a hablarse. Esto es muy importante, hay que hacerlo con respeto, con cariño, con ternura, sin invalidarse. Con aceptación del otro, pensando que yo no tengo toda la razón sino que yo tengo mi razón y el otro la suya, y vamos a ver cómo llegamos a una solución. No estancarse, la mayoría de los problemas no tienen una solución, hay que buscarla, y hay que aprender a hablarse con respeto, con serenidad, desde el cariño, para no caer en esas posturas intransigentes, impositivas, que tanto daño hacen a la persona amada.


 

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