Religiosas en Irak: hasta morir de agotamiento

Tras las Huellas del Nazareno”, la serie de la Fundación EUK Mamie-HM Televisión entregada a hacer de altavoz del sufrimiento de nuestros hermanos perseguidos a causa de su fe en el mundo entero, acaba de publicar uno de sus testimonios más conmovedores. Es la primera vez que conseguimos entrevistar a una religiosa iraquí. Es la primera vez que vamos a escuchar de labios de una mujer – descrito con corazón de mujer- el sufrimiento de los cristianos obligados a abandonar sus hogares y dejarlo todo atrás a cambio de poder mantener su fe.


La Hna. Sabria Momika O.P. estaba destinada en Qaraqosh (Irak) cuando, el 6 de agosto de 2014, tuvo que huir precipitadamente, con toda su comunidad y todos los cristianos de la ciudad, ante la inminente toma de la ciudad por parte de Estado Islámico. Una y otra vez se emociona al recordar los dolorosas acontecimientos vividos. Pero una y otra vez se rehace y continúa su narración, que no quiere interrumpir, aunque ha tenido que grabar ocultando el rostro por motivos de seguridad.res 1 Hermaas dominicas

Pertenece a la Congregación de “Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena”, una comunidad nacida en Irak en el año 1887 y que tenía su Casa Generalicia en Mosul. La terrible invasión por parte del ISIS les ha arrebatado y destruido los 23 conventos que tenían en distintas poblaciones de llanura del Nínive, arruinando también tantos proyectos al servicio de la población local. Así lo explica ella: “Toda la comunidad está compuesta por ciento dieciséis hermanas. La Casa Generalicia se encontraba en Mosul. Allí había casi cincuenta hermanas. Teníamos otro convento en Mosul, teníamos otros dos conventos en Tall Kayf, Batnaya, Bakufa, Telskuf, Alqosh… Por otra parte, tenemos Qaraqoush, Bartallah, Ba'ashiqah. En el norte tenemos en Ankawa, en Shekhan y Kirkuk. Y en Bagdad tenemos cuatro conventos. Hemos dejado veintitrés conventos y proyectos -que son tantísimos- en Nínive, en la llanura de Nínive. Esto en cuanto a la comunidad”...

res 2QaraqoshEl problema actual, la tremenda agresividad del Estado Islámico, no se han improvisado. Desde 2003, tras la caída del régimen de Saddam Hussein, el desorden y la violencia no han hecho sino crecer, favorecidos por intereses venidos de fuera: “La situación antes de 2003 era muy buena. Después de la caída del régimen de Saddam Hussein, hubo una gran confusión. Mucho desorden en todos los niveles. Perdimos todo el orden. Entonces comenzaron muchos problemas con los musulmanes… Así nacieron, no sabemos cómo. No eran así antes. Pero después del 2003 cayó todo eso. Empezamos a tener muchos problemas con ellos en el trabajo, en los hospitales, para buscar trabajo, para hacer documentos… Todos estos problemas nacieron después de la caída del régimen de Saddam. De repente surgió toda esta violencia, no sabemos por qué. Pero hubo ciertas intervenciones, de Irán y de Arabia Saudí. Son sunitas en Arabia Saudí y chiitas en Irán. Porque hay dos sectas musulmanas en Irak: chiitas y sunitas, que están enfrentadas porque cada una tiene sus intereses. Las intervenciones de estos dos países, Arabia Saudí e Irán, crearon esta confusión”.

El 6 de Agosto de 2014 es una fecha que jamás se borrará de la memoria de la Hna. Sabria: “Ese día era la Fiesta de la Transfiguración del Señor. Desde las cuatro de la mañana escuchamos un bombardeo muy fuerte. Fuimos a misa tranquilamente, a pesar de este ruido, fuimos igualmente. Después de misa volvimos para desayunar con las hermanas, pero el bombardeo continuó y continuó durante casi toda la jornada. La gente preguntaba: «¿Qué pasa, qué es este bombardeo?» De pronto, un misil cayó frente a una casa y causó la muerte a una joven y a dos niños. Murieron ahí mismo. El misil también causó muchos heridos y destruyó muchas casas. Esta chica se había comprometido en matrimonio ese mismo día. Por la tarde, después del funeral, la gente estaba muy asustada y empezaron a pensar en marchar, porque la situación se hacía más dura. Alrededor de las siete oímos voces y ruido de salida. No pensaba que nosotras -las hermanas- marcharíamos. Hacia las once, casi a medianoche, decidimos salir de Qaraqosh porque habíamos recibido muchas llamadas de muchas personas que nos decían: «Hermanas, tenéis que marchar, porque la situación es muy peligrosa para vosotras». Así que nos preparamos rápidamente para salir”. La Hna. Sabria guarda silencio, conmovida. Las lágrimas anegan sus ojos y no puede hablar. res 3Regreso a Qaraqosh en ruinas

Las hermanas apenas si se llevaron unos bocadillos para la cena y algo de ropa en una pequeña maleta. No había tiempo para más. La entrada del Estado Islámico en Qaraqosh era inminente: “Salimos a la medianoche. Vimos un río de gente. ¡Madre mía, un río! De todas las ciudades, de todos los pueblos salía gente: de Qaraqosh, Ba'ashika, Bartallah y otros pueblos. De la otra parte, del norte: Tall Kayf, Bakufa, Batnaya, Telskuf… Iban en bicicleta, a pie, en tantos medios.. Había niños, ancianos, enfermos, minusválidos... Fue realmente una noche negra y peligrosa. Una noche oscura, tan oscura. Con el calor de agosto, sin agua, sin nada”.

Aunque la distancia entre Qaraqosh y Ankawa se puede cubrir en coche en unos cuarenta minutos, las hermanas tardaron cas diez horas solo en salir de su ciudad. Llegaron a extraviarse en medio de la noche: “Perdimos el camino porque no sabíamos adónde ir, no sabíamos. Hacia lo desconocido, hacia el norte, ignorábamos dónde. Todo era extraño para nosotros. Entonces retomamos el camino, llenos de polvo en el pelo, en la ropa”. Los controles de entrada en el Kurdistán fueron muy severos pero, finalmente, consiguieron llegar al convento de su comunidad en Ankawa: “Nuestras hermanas nos recibieron con lágrimas y llanto. Gracias a Dios que nos acompañó en esta noche tan dura”. Pero las hermanas no llegaban solas. Miles de cristianos llegaron agotados al Kurdistán y trataron de encontrar refugio en casas, por las calles, en los jardines, en los conventos, en los colegios, en las iglesias… Las hermanas se distribuyeron de dos en dos y recorrieron calles y barrios en busca de su gente. ¡Cuánto dolor encontraron!: “Fuimos por todas partes. Las hermanas nos distribuimos de dos en dos por los campos, escuelas, iglesias, calles, jardines... Algunos estaban enfermos, otros se habían caído... Tantos, tantos problemas. Había quién estaba durmiendo en la calle, esperando que les dieran agua, comida... porque no habían llevado nada de sus casas. Dejaron allí todo, todo lo que tenían lo habían dejado: casas, muebles, dinero, oro, todo. Poco a poco reunimos a la gente e hicimos oración con nuestro obispo, con los sacerdotes. Celebramos una misa. No habíamos llevado el mantel del altar. Una hermana cortó su escapulario y lo puso sobre una mesita. Celebramos así la misa, en el jardín. La gente lloraba”.
 
res 4Hermana en campo refugiadosHacinadas como estaban ellas mismas en su convento de Ankawa, a estas generosas religiosas no se les ocurrió pensar en sí mismas. Como auténticas madres espirituales, se entregaron a una labor ingente al servicio de los refugiados, una labor que las sobrepasaba. Colaborando estrechamente con el obispo y los sacerdotes – también ellos refugiados- fueron organizando a los refugiados en distintos espacios, en conteiners adaptados como minúsculas casas, en tiendas de campaña… “Entonces empezamos a preparar cosas, a servir a los enfermos, a los niños, a los ancianos, que tienen necesidad de tantas cosas… A día de hoy, las hermanas siguen con los desplazados, les han acompañado a todos los pueblos en los que se han ido distribuyendo. Fuimos con ellos de dos en dos para acompañarles, para no dejarles solos y que no se sintieran tan dispersos, pues pensamos que el sufrimiento quizá tocaría su fe y perderían su fe en Dios, en la comunidad cristiana, en la Iglesia... Por eso nos esforzamos mucho en acompañarles y estar junto a ellos”.

Las hermanas comprendieron enseguida que debían procurar ordenar la vida de los cristianos en los campos de refugiados: “Hemos sufrido como ellos y soportado todo con la oración, la misa, los sacramentos. Pero en todos estos casos, hacíamos todo con orden. Empezamos a ordenar toda la vida, todos los sacramentos. Bautizamos a los niños, seguimos a los novios, los matrimonios, la Primera Comunión, los funerales… Teníamos todos los sacramentos. Gracias a Dios que nos dio fuerza”.

Para las hermanas, han sido momentos tremendamente duros. Así lo explica la Hna. Sabria: “Realmente olvidamos nuestra salud y a nosotras mismas. No pensamos en ninguna otra cosa que no fuera en la gente: para que no perdieran su fe, para que fueran fieles a su fe, y conservaran esa fe que habían recibido de sus padres y madres”. El balance para ellas ha sido de dieciocho hermanas fallecidas a causa de la enfermedad y el agotamiento, junto con algunas hermanas que ofrecieron sus vidas al Señor para que la bendición de Dios descendiera sobre su pueblo golpeado por la persecución y el sufrimiento: “Realmente, esta ha sido una desgracia para nosotras, porque en un periodo tan breve perdimos dieciocho hermanas. Esto no es natural. Las hermanas estaban muy, muy preocupadas por los cristianos. Pensaban en la gente, veían a la gente sufriendo en esta desgracia. Una de ellas, que tenía casi 82 años, me pidió: «Hna. Sabria, te pido ir contigo para ver a esta gente. No puedo soportar estar aquí en el convento y saber que la gente está sufriendo». Lloraba y lloraba. Me acompañó, y vio a la gente rezando ante una estatua de la Virgen. Estaban todos rezando en la plaza. Ella, al ver esto, murmuró: «Madre mía». Volvió a casa y lloraba, lloraba. Cuando murió, encontramos un papel en el que había escrito: «No puedo soportar ver el sufrimiento de la gente. Prefiero morir en su lugar»”. La Hna. Sabria llora. Pero consigue continuar: “Las hermanas ancianas rezaban mucho, muchos rosarios durante el día, rezaban y rezaban. Nos esperaban cuando volvíamos a la casa: «Contadnos, hermanas. ¿Qué habéis hecho hoy? ¿Qué habéis visto?» Cada día querían escucharnos, saber qué habíamos hecho, cómo estaba la gente”.res 5Hermana con obispo y ninos

La comunidad cristiana es perfectamente consciente de lo mucho que le debe a estas abnegadas religiosas. Confían en ellas y, en su maternidad espiritual, descubren la maternidad de la Iglesia que no les ha abandonado en ningún momento. La Hna. Sabria habla con franqueza. Han aprendido a no esperar nada del gobierno: “Realmente la Iglesia se ha preocupado de la gente. Pero no hemos visto esta preocupación en el gobierno. Nadie nos ha preguntado nada. Nadie nos ha hecho una pregunta: «¿Qué necesitáis? ¿Qué estáis haciendo? ¿Dónde está la gente?» Nadie nos ha preguntado nada. Esto es lo que realmente nos ha... Pero nos hemos esforzado en ser más y más fuertes. Nos hemos esforzado muchísimo. Y a no esperar nada del gobierno, sino de la Iglesia. Porque ha sido la Iglesia la que ha acompañado a la gente: estaban dispersos y perdidos y no sabían qué hacer, pero la Iglesia les ha reunido, les ha acompañado, ha hecho que esta gente no perdiera sus valores cristianos y su fe. Damos muchas gracias a Dios y a la Iglesia, y pedimos a Dios que conserve así a la Iglesia, este celo de los sacerdotes y de los obispos y los patriarcas. Damos gracias a Dios y a ellos, por la forma en que han cuidado de la gente”.

Escuchando a la Hna. Sabria, hay una pregunta que brota casi espontánea. ¿De dónde han sacado la fuerza para entregarse así?: “De la oración, de la Santa Misa, de recitar cada día el Santo Rosario con la gente, en los campos. (…) La oración nos ha fortalecido mucho. Solo la oración, solo, solo la oración nos ha hecho tan fuertes. Hemos compartido una verdadera cruz. Hemos vivido el Calvario. Podemos decir, el Viernes Santo. Realmente hemos vivido así este tiempo. Esperamos poder resucitar como Cristo resucitó”.

De cara al futuro, la Hna. Sabria y su comunidad, no hacen planes: “Nuestra comunidad está donde estén los desplazados. Hemos abierto pequeños conventos, dos hermanas en cada casita. Hemos alquilado muchas casitas para estar cerca de la gente, para atenderles en sus necesidades. En cuanto al pensamiento de volver (a Qaraqosh), ahora realmente no podemos decir nada. Porque la situación es completamente distinta, todo ha cambiado. No podemos decidir nada. He visitado la ciudad después de la liberación y he contemplado un desastre. Una desgracia mayor que la misma desgracia de tener que salir. Cuando la gente ha visto sus casas ahora, ha sido un horror para ellos. Todo quemado, todas las casas quemadas, las han destruido. Entonces, ¿qué hacemos? La gente dice: ¿Volvemos, no volvemos? ¿Quién controla este país? ¿Quién nos protege”. Si no hay guardias, si no hay nadie que les defienda, (los cristianos) no volverán. Porque, alrededor nuestro, están los que nos han hecho sufrir y nos han matado, nos rodean. Entonces, ¿cómo van a volver? No lo sé. Ahora no podemos decidir nada. ¿Qué hará la Iglesia? Algo están preparando, las hermanas, los obispos, con toda la Iglesia, veremos qué harán”.

res 6 Hermana con mujeres musulmanasLa Hna. Sabria concluye su testimonio dándonos una gran lección espiritual. Habla una religiosa de una comunidad que ha perdido materialmente muchas cosas, que ha perdido incluso hermanas en el servicio a los refugiados, una hermana que convive con las familias cristianas que lo han perdido todo para no tener que renunciar a su fe: “Dios es nuestra riqueza. Dios y la Virgen son nuestra riqueza. Así que pido a los que escuchen estas palabras que sean fieles a su fe, al cristianismo, fieles a la Virgen que siempre nos mira. Que sean solidarios con los que sufren. Verdaderamente, este el cristianismo, este es el Evangelio. Jesús nos invita cada día: «Tuve hambre... estuve en la cárcel...» Este es el Evangelio concreto. Lo hemos vivido. Doy gracias a Dios, os agradezco a vosotros y a todos los que nos han ayudado a soportar este dolor, este sufrimiento. Realmente hemos experimentado que no estamos solos. Ha habido tantos benefactores de el mundo, tantos voluntarios de otros países, del extranjero, que han venido a visitarnos, a echarnos una mano. Les damos las gracias y a todos vosotros que os habéis tomado este tiempo para escucharnos. Gracias a vosotros. Esperemos que esto no suceda a nadie. No lo deseamos a nadie. Gracias a Dios, gracias a vosotros”.

 

Documentales

Documentales

¿Cómo puedo ayudar?

Gracias a la generosidad de nuestros bienhechores, hemos podido seguir hasta ahora. Pero las exigencias van siempre en aumento y con frecuencia surgen gastos imprevistos, como reparaciones, adquisición de nuevas máquinas, etc.
Más información aquí.

Colaboramos con:

proclericis          ewtn
CultuDivino           ain

Newsletter