Filka Mihalj: La Virgen la esperaba en Medjugorje

El Cambio de Agujas que la Fundación EUK Mamie-HM Televisión nos ofrece esta semana, nos conecta directamente con Medgujorge. Tenemos con nosotros a Filka Mihalj que, en la actualidad, trabaja como traductora y guía de español en Medgujorge, entregada al cien por cien a una labor totalmente pastoral, en la parroquia más visitada del mundo. Pero la vida de Filka no siempre ha sido así. Ella nació en la antigua Yugoslavia, bajo el régimen comunista. Sin embargo, no perdió la fe allí, sino en España, en los años que pasó aquí con una beca de estudios. Pero la Virgen no se olvidaba de la niña que acudía a las clases clandestinas de catecismo, a escondidas, en su país natal. Y la esperaba en Medjugorje a través de una oferta de trabajo.


Pueden ver el testimonio completo de Filka Mihalj en este link:

Filka Mihalj nació en Mostar, muy cerca de Medjugorje, en Bosnia Herzegovina. Allí conviven tres etnias distintas: croatas, servios y bosnios; y tres religiones distintas: católicos, ortodoxos, y musulmanes. Filka es croata y pertenece a ese casi 15% de católicos que viven allí. En la actualidad trabaja como traductora y guía de español en Medgujorge, entregada al cien por cien a una labor totalmente pastoral, en la parroquia más visitada del mundo.


Pero la vida de Filka no siempre ha sido así. Ella nació en el año 1977, en la antigua Yugoslavia, bajo el régimen comunista: «De pequeña recuerdo los momentos en los que tú no podías expresar tu fe fuera de casa libremente. Por supuesto, en el colegio no teníamos clase de religión». Pero Filka descubrió que existían clases de religión —catequesis «clandestinas»— porque una amiga suya se lo contó: «Mi madre era católica y mi padre pertenecía al partido comunista. Poco después de mi nacimiento, ellos se separaron. Así que crecimos mi hermano y yo con mi madre, y ella nos transmitió la fe. Pero ella, por el miedo a la sociedad y al régimen, no nos mandó a las clases de religión. Fui yo la que me enteré de que existían esas clases cuando tenía siete años. Yo tenía una amiga que se llamaba María. Jugábamos siempre juntas, pero los sábados ella desaparecía por la mañana. Yo iba a su casa y preguntaba a su mamá que dónde estaba, y ella me decía: “María no está en casa ahora, vuelve por la tarde”. Y yo, por curiosidad, un día le pregunté: “Pero María, ¿dónde has estado?” Y dice: “Te lo voy a decir, pero no se lo puedes contar a nadie.” Y digo: “Vale”. Y me dijo que estaba en clase de religión. Yo estaba entusiasmada, y le decía: “¿En serio? ¿Y qué aprendéis ahí? ¿Qué es lo qué hacéis?” Ella me lo contó, y yo le dije que a mí me gustaría acompañarla un día. Y me dijo: “¡Ay! No sé, pues eso lo tienes que hablar con mi mamá”. Hablé con su madre que era una señora muy piadosa y muy buena y, sabiendo que mi papá estaba en el partido comunista, me dijo: “Háblalo con tu mamá, y si tu mamá lo permite que me llame y yo te llevo”. Y así sucedió, se lo conté a mi madre y me dijo: “Bueno, te permito ir. Pero no se lo cuentes a nadie que vas ahí”. Le prometí que no iba a decírselo a nadie.


Filka estaba entusiasmada, y perseveró año tras año en sus clases de religión: hizo la Primera Comunión, se confirmó… Tenía una gran sed de Dios: «De mi infancia diría que yo siempre tenía muy cerca y muy presente a la Virgen. Era muy consciente de su amor. Todavía no conocía mucho el amor del Padre, de Dios Padre, por mi situación… El amor de mamá lo tenía siempre. Por eso, el amor de la Virgen para mí era muy fácil de comprender. Estaba muy cerca de la Virgen, y yo diría que Ella me mantenía siempre cerca de lo sagrado».


Luego llegó la guerra de Bosnia con todo su sufrimiento: «Cuando llega la guerra en Bosnia, yo tenía catorce años. Tuve que irme al campo de refugiados, porque mi mamá era enfermera. A mi hermano, que tenía ya 19 años, le reclutaron”.


Filka tenía dieciocho años cuando llegó lo que finalmente parecía una buena noticia: «Con dieciocho años tuve una beca para ir a España y estudiar allí. Primero aprender el idioma y luego estudiar. Mi madre me dijo: “¡Ay que bien! A ti que te gusta tanto rezar, DioFilka 1s, la Virgen... Te vas a un país de fe, a un país donde la gente es muy religiosa, donde la gente ama a la Virgen. Y llego a España y me encuentro con todo lo contrario. Yo fui a España con una beca que me concedió una ONG que era más bien socialista y conocí ese círculo de gente... Pero además, me encuentro por primera vez con una sociedad donde… A ver, yo buscaba la Misa del domingo, yo buscaba una iglesia donde ir el domingo, pero lo que me encontraba normalmente, o no sé, quizás iba a la iglesia equivocada, pero el domingo en la Misa de la  mañana me encontraba con cinco abuelitas y yo me preguntaba: «¿Será verdad lo que me están diciendo esos jóvenes de mi edad, que la Iglesia se está muriendo, que solo en país está todavía?... Como que somos anticuados y todavía estamos creyendo en Dios, ¿no?»


Filka no tenía a quien consultar, a quien contarle la confusión que estaba experimentando para poder ser orientada. Fue abandonando la práctica de los sacramentos, dejando la misma Eucaristía dominical. No podía comprender entonces el peligroso camino por el que se introducía. Pero el verdadero alejamiento fue fruto de la soberbia: «Cuando empieza el verdadero alejamiento es cuando entra la soberbia… Yo empecé a ganar mucho dinero. Entonces, tienes a una persona de diecinueve años, muy joven, sobre la que sus padres no tienen autoridad prácticamente, que tiene mucho dinero y libertad. Fue entonces cuando yo comencé a poner mi confianza y mi seguridad en las cosas del mundo. Es lo típico, el típico pecado del pueblo israelita de siempre. Cuando estás bien, estás cómodo, te vuelves hacia los ídolos. Y eso fue lo que me pasó a mí, poco a poco. Otra cosa fue que, cuando volví a Bosnia, pasados muchos años, no encontré a nadie: los amigos de antes desaparecieron. Con lo que me encontré eran amigos, gente joven como yo que, o eran creyentes tradicionales, lo típico de la Misa del Domingo, o ni eso, la Navidad y la Pascua, o ni siquiera eso. Eran los hijos de los que antes pertenecían al partido. Ni siquiera estaban bautizados. Me encuentro con ese ambiente y empiezo a salir mucho, a llevar una vida típica de jóvenes que al principio te entusiasma, porque tienes fama entre los amigos, tienes tu pandilla… Yo, además, tenía muy buen trabajo donde podía ganar mucho dinero, y entonces hacía mis viajes, tenía mi ropa, mi maquillaje… Todo lo que quisieran tener los jóvenes y más, y más. Pero eso me apartó de Dios. Por eso le digo a los jóvenes: si tienes al menos un amigo de Dios, o sea a una persona que te ayude a estar en comunión con Dios, cuídalo como el mayor tesoro».


Filka continuó esa vida lejos de Dios durante varios años. Buscó el amor en personas equivocadas. Ni estos novios sabían lo que era el verdadero amor, ni ella misa sabía explicarlo tampoco. Tenía veintitrés años cuando se encontró con que todo se derrumbaba a su alrededor: «Fue entonces cuando yo empiezo a caer, y cuando toco fondo. Me dejó un novio, y claro, se me derrumbó el mundo, porque yo pensaba que ese era el amor. Pero, en realidad, fue ahí donde yo empecé a buscar, empecé a buscar algo más». Recordaba los días felices de su infancia, cuando tenía a Dios y a la Virgen tan cerca: «Empecé a recordar los momentos felices de mi infancia, que incluían la oración, la fe, recordaba a la Virgen... Pero todavía estaba mi orgullo, que no me permitía volver a la Iglesia. Empecé a buscar en lugares equivocados. Como el Maligno siempre te ofrece mil oportunidades, empecé a indagar, a buscar en las filosofías orientales. Así que eso me confundió mucho más, y acabé bastante mal, porque acabas confundido, acabas deprimido, porque entras por una puerta y te das cuenta que no está Dios, y entras por otra y otra… hasta que acabas con una religión a tu medida, un sincretismo total, coges de una cosa uno, de otra otro… Pero ahí entra el tema de la desobediencia. Cuando eres desobediente y haces las cosas a tu medida, pues acabas mal».


Pero la Virgen no se olvidaba de la niña que, a escondidas, acudía al catecismo. Y la esperaba en Medjugorje a través de una oferta de trabajo: «Justo en ese periodo me llaman desde Medjugorge, de una agencia de guías, no para la parroquia. Desde esa agencia me llaman para acompañar los traslados de los peregrinos, porque ellos llegan de los aeropuertos de Sarajevo, Dublón o Esplit, y desde allí había que acompañarles a Medgujorge. Una vez allí, tenía que dejarles con el guía local, el guía oficial de la parroquia. Les hablaba de la historia de Bosnia Herzegovina, de la cultura, de…Y  cuando yo terminaba de hablar, el sacerdote solía decir: «Bueno hijita, ahora, si has terminado, nosotros rezaríamos el rosario». Y yo, por las necesidades de trabajo, me busqué un rosario en la casa de mi mamá y aprendí el Padrenuestro, Ave María y Gloria en español. Pero solamente por las necesidades del trabajo, porque estaba mal visto que yo les llevara a Medgujorge y no rezara con ellos. Y cuando yo dejaba al grupo con el guía local de Medgujorge, me quedaba esperando en el autobús, porque tenía que volver con ellos. En aquella época, yo estaba en Dubrocnik estudiando turismo. Recuerdo que fue en esos momentos de espera de los grupos, en los que daba vueltas alrededor de la iglesia y entraba en la iglesia, cuando empecé a recordar mi infancia de nuevo. Y la Virgen de nuevo estaba ahí».


MedjugorjeMedjugorje comenzó a atraerla cada vez más y, llegó un momento en que comprendió algo importantísimo en su proceso de conversión: «Comprendí que la Virgen me estaba esperando, estaba esperando ese momento, y me esperaba para no dejarme nunca más. Empecé a sentir ahí el amor de Dios. El amor de la Virgen primero, que luego, poco a poco, me fue llevando a Dios. Y ese fue el clic, que fue bastante rápido. Empecé a interesarme por ser guía oficial de la parroquia. Justo ese año convocaban a los interesados a un nuevo curso para guías, que se tiene solo cada cinco u ocho años. Pues ese año lo hicieron, y yo cogí todos los libros y todo lo que hacía falta para prepararme para el curso. Aprendí mucho sobre los mensajes, cosas que yo no tenía ni idea, hablaba del ayuno y de la oración. Y, un día, le digo al Señor: “Yo quiero que me devuelvas la fe”. Se lo decía al Señor, pero principalmente a la Virgen. Ella estaba siempre ahí. “Yo quiero que me devuelvas esa fe que tenía de niña”. Pero no sabía lo que tenía que hacer. Y dije: «Bueno, para que me escuches, yo voy a hacer una cosa. Tú pides ayuno, ¿no? Yo no voy ayunar solo los miércoles y los viernes, sino que voy ayunar los cuarenta días de esta cuaresma, del año 2004 exactamente. Y eso lo hice, Dios me dio la gracia para hacer eso, ayunar a base de pan y agua 40 días y fue una experiencia muy bonita, que después de esa experiencia, ya no fui la misma persona.


Tras sus cuarenta días de ayuno, Filka vivió una auténtica transformación interior: «Cambió todo: la forma de vestir, la forma de hablar, la forma de ver el mundo. Mi corazón cambió completamente. Me di cuenta de las personas a mi alrededor, de la necesidad de mis hermanos. Ya no era solo yo y mis necesidades… Ya no necesitaba decir nada, todo se veía en mi rostro. Se perdieron todos los miedos. Era como un enamoramiento,  y ya no me interesaba nada más». El ayuno la llevó a la confesión: «El ayuno me llevó a la confesión, porque empezó como una purificación. Me di cuenta de todo lo que había hecho. De repente era como un examen de conciencia. Fui a buscar un sacerdote, allí en Medgujorge. Yo tenía 26 años. Como penitencia me dijo: “Reza 26 Ave Marías, como un gran ramo de rosas para la Virgen”. Y fue en esa confesión donde llegan ciertas decisiones, porque alcanzo la compresión a nivel de corazón, tanto en la mente como en el corazón. Decido vivir en castidad».


Desde esa experiencia de conocer el amor de Dios y la fuerza transformadora de su misericordia, Filka afirma: «El amor de la madre es muy importante. En Medgujorge tenemos un orfanato, y yo he visto a niños que crecieron sin papá, y niños que crecieron sin mamá. Los dos tienen heridas, pero son aún mayores en los que no han tenido mamá. Por eso, a cualquier joven que no conoce a la Virgen, o que la niegue, que niegue la existencia de la Virgen, de Dios o… pues es vivir como un huérfano, sin serlo. Imagínate tú, que tienes papá y mamá pero que se te ha metido en la cabeza que eres huérfano. Te has cerrado a su amor, te has ido de casa. Quizás no por tu propia voluntad, quizás no tuviste la oportunidad de conocerla… Pero, el que no ha conocido a la Virgen, su amor y, a través de Ella, a Dios, que no se cierre a todas esas pequeñas señales que Dios le manda a través de las personas, y que la próxima vez que Dios le mande una persona así, que seguro que la mandará porque a mí me pasaba, pues que la próxima vez que no se cierren y que la escuche, y que se abra a la posibilidad de tener a esa Mamá en el Cielo, que no está solo en el Cielo, que está siempre con nosotros. La Virgen en Medgujorge dijo: “Siempre que penséis en Mí, yo estoy presente.” Por eso, no somos huérfanos».

 

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