El terrorismo y el perdón
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El otro día estuve hablando con unos amigos sobre los horrores del atentado del 11 de marzo de 2004. Hablamos también sobre los terroristas. Yo sugerí que, ante todo, rogásemos por ellos, porque con su actitud se hacen mayor mal a sí mismos que a sus víctimas. Al instante, una amiga reaccionó diciendo que ella no podía perdonar a esa gente. Surgió así una discusión sobre la obligación de perdonar a los enemigos. Me sorprendió ver que no sólo ella, sino también otros, manifestaban una gran dificultad en aceptar el mandamiento del Señor. Yo, francamente, sufro cuando veo y oigo en la televisión expresiones de tanta rabia y odio contra esos desgraciados terroristas. Condeno, evidentemente, sus crímenes. Me compadezco profundamente de las víctimas y deseo y pido al Señor por el fin del terrorismo, pero también los terroristas me dan mucha pena. Son mucho más desgraciados, porque la mayor de las desgracias es el pecado. ¿Estoy en lo justo?