En esta homilía que Juan Pablo II dirigió a los educadores en la fe, en Granada, en noviembre de 1982, les señaló que ellos cumplen un «servicio especial a la revelación divina, sacando inspiración de esa eterna complacencia que reside en Dios mismo» y que el Hijo desea revelarles «toda la verdad del amor de Dios, para que la anuncien a los demás hombres, puesto que son educadores en la fe».