Para qué tanta prisa: Florencia, 31 de julio (5)
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Marta y María salen de Florencia en tren. Las horas pasan mientras tocan la armónica, juegan a las cartas y, como siempre, hablan mucho. Marta piensa que es una persona muy buena, y que no necesita preguntarse qué quiere Dios de ella. Cree que lo que está experimentando es fruto de la casualidad. María le explica que la casualidad no existe, que nada ocurre que a Dios se le escape.