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Testigos de la esperanza

«Testigos de la esperanza, testigos del dolor» es un programa que, desde la cruz que abrazamos en este mundo —en el que estamos solo de paso—, nos enseñará a levantar los ojos al Cielo. En cada «Testigo de la Esperanza», personas muy distintas compartirán con nosotros su fe en el Señor y la confianza que creció en el dolor. Todos repiten como San Pablo: «Yo sé bien de quién me he fiado».

Testigos de la esperanza (28): José María y Lourdes

José María Sánchez y Lourdes Chillarón nos cuentan en este «Testigos de la esperanza» cómo actuó el poder del amor de Dios en sus vidas y en la vida de Lourdes, su tercera hija, que nació con Trisomía 18, y a la que solo daban unos pocos días de vida.
Lucharon por la vida de su hija, rechazando el aborto y confiando en la Providencia de Dios. En la incertidumbre y el dolor confiaron en la intercesión de la Virgen María y peregrinaron hasta el Santuario de la Virgen en Lourdes pidiendo el milagro, pero Dios –que no se deja ganar en generosidad– les concedió algo mejor. Lourdes, la madre de la pequeña Lourdes, experimentó paz y un santo abandono en las manos de la Virgen María, su madre.
José María, por su parte, buscó la intercesión de San José y su ayuda fue inmediata. Dios, en su infinita bondad, le regaló a Lourdes cincuenta y seis días de vida, que sus padres disfrutaron llenos de agradecimiento. Murió un 20 de marzo, un día después del día del padre, día de San José.

 

 

Testigos de la esperanza (27): Ana Cuenca

Ana comparte en este «Testigos de la esperanza» no solo su conversión, sino su felicidad, y esto a pesar de que le acompaña el sufrimiento de una enfermedad incurable. Pertenece al Camino Neocatecumenal y desde muy pequeña la fe era parte de su vida. El Señor empezó la purificación de su corazón a los dieciséis años. Enferma a partir de esa edad, los médicos no descubrían el mal que estaba acabando con la salud de Ana. En medio de tanto dolor, Ana empezó a dudar de la bondad de Dios. Llegó a pensar que su vida no tenía sentido y entró en una depresión profunda. Una experiencia le permitió volver a creer en la Palabra de Dios, la puso en práctica y el Señor poco a poco fue convirtiendo su vida. Ahora da muchas gracias a Dios y no teme morir, porque el paso de esta vida a la otra es para estar eternamente con Aquel que nos ama de verdad.

 

 

Testigos de la esperanza (26): Bernie Wilkinson

Desde Irlanda, Bernie Wilkinson da testimonio de la ayuda recibida de Dios en el sufrimiento, que apareció en su vida desde la infancia. Su padre era alcohólico y eso provocó mucha inestabilidad en la familia, pero su familia supo encontrar refugio en Dios en los momentos más difíciles.
El Señor le regaló un buen esposo y tuvo dos hijos. Un día, su marido encontró a su hijo muerto: se había suicidado. Bernie pedía a Dios por el alma de su hijo, porque sabía que el suicidio es un pecado. Años después, su esposo falleció en un accidente de tráfico.
Bernie afirma que el amor a Jesús en la Eucaristía y la unión filial con la Virgen María, a quien cariñosamente llama Madre, le ayuda a vivir este sufrimiento y a dar gracias a Dios en medio este gran dolor.

 

 

Testigos de la esperanza (25): P. Joseph Valle, SHM

El P. Joseph Valle, Siervo del Hogar de la Madre, comparte con nosotros su testimonio de sufrimiento durante la pandemia provocada por el COVID-19. El P. Joseph se encontraba destinado como misionero en Ecuador cuando recibió la noticia de que su madre, directora del departamento de enfermería del hospital en el que trabajaba, se había contagiado de COVID-19 después de haber permanecido al pie del cañón, junto con su equipo de enfermeros, cuidando a los enfermos en esos momentos tan difíciles. El P. Joseph, junto con sus hermanos, acompañó a su madre a través de videoconferencias, siendo testigo del progresivo empeoramiento. Durante estos meses, el P. Joseph recibió dos «gracias dolorosas» que le ayudaron a madurar en su vida espiritual y sacerdotal. El 15 de abril de 2020 falleció su director espiritual, el P. Henry Kowalczyk, Siervo del Hogar de la Madre. Ese mismo día le comunicaron la decisión de los médicos de entubar a su madre ante la gravedad de su estado. Un mes después su madre falleció. Tomando las palabras de Benedicto XVI en su encíclica «Spe salvi», el P. Joseph afirma que el sufrimiento madura y hace que el alma se compadezca del sufrimiento del prójimo.

 

 

Testigos de la esperanza (24): Ana Amado García

Ana Amado tenía solo dos años y medio cuando le descubrieron un tumor: un neuroblastoma en el mediastino. La primera intervención quirúrgica pareció un éxito, pero, poco después, el tumor se reprodujo hasta hacerse todavía más grande que el anterior. La quimioterapia provocó un nuevo tumor, cerca del que ya existía. Ana empeoró y se fue debilitando. Sus padres, reconociendo en el Papa al Vicario de Cristo, peregrinaron a Roma con la esperanza de que Ana recibiera la bendición del Papa Benedicto XVI para ser curada. De regreso a España, la siguiente operación fue un éxito. Por eso Ana dice: «Para mí, el Papa es el puente entre el cielo y la tierra».

 

 

Testigos de la esperanza (23): Elvira Lucía Ghisleri

Elvira Lucía Ghisleri fue una hija espiritual del P. Pío. Conoció al famoso santo de San Giovanni Rotondo gracias a que su padre, que era ingeniero, se ofreció al P. Pío para ayudarle a terminar de construir el hospital «Alivio del Sufrimiento», en un momento en que este proyecto se había quedado bloqueado por razones económicas. Gracias a la intercesión del P. Pío,
Lucía obtuvo el milagro de la conversión de su hija, días antes de que esta perdiera la vida en un accidente automovilístico. Un día antes de que ocurriera esta tragedia, Lucía había orado con estas palabras: «Señor, lo mejor para mi hija». Lucía reconoció que lo mejor para su hija era que el Señor se la llevara ya, protegiendo así su alma, finalmente en gracia después de muchos avatares. El Señor pidió a Lucía abrazarse a otras muchas cruces, como una grave depresión en la que llegó a perder memoria, además de siete operaciones. Todos estos sufrimientos los aceptó como voluntad de Dios con ayuda de la oración, la fe, la confianza en el amor de Dios y la intercesión del P. Pío, que le dijo en una ocasión: «Los que quieren ir al Cielo tienen que pasar por el sufrimiento».

 

 

Testigos de la esperanza (22): Simón Agulló y Elena Francés

Simón Agulló y Elena Francés dan testimonio en «Testigos de la esperanza» del poder de la gracia de Dios que les sostuvo para vivir la enfermedad y muerte de María, su hija mayor, a consecuencia de un tumor cerebral. María le decía a sus padres: «No os preocupéis, lo único importante es lo que nos queremos, porque solo el amor dura para la vida eterna». Y, a pesar de su propio sufrimiento, conmovida por la tristeza de los enfermos que no tienen a Dios, hacía apostolado entre ellos. Elena y Simón confiesan que solo con Dios se puede vivir el sufrimiento, porque Dios es nuestro Padre y nos fortalece para aceptar y vivir su voluntad.

 

 

Testigos de la esperanza (21): D. Enrique Conde Vara

En este «Testigos de la esperanza» contamos con la presencia de D. Enrique Conde Vara, vicario judicial de la Diócesis de Getafe, rector del Santuario de Santa María de la Cruz en Cubas de la Sagra y capellán de la comunidad de Clarisas. D. Enrique enfermó gravemente de COVID-19, hasta el punto de tener que vivir veintinueve días sin poder celebrar la Santa Misa y sin ni siquiera poder recibir a Jesús en la Eucaristía. Fue un tiempo de descubrir la presencia de Dios y crecer en la confianza en el Señor, de tener muy presente la fragilidad humana y la necesidad de Dios. Tiempo también de acudir a la Virgen María, como un hijo acude a su madre, pidiendo no solo por él, sino por todos los demás enfermos, sabiendo que Ella es nuestra gran intercesora.

 

 

Testigos de la esperanza (20): Mª Ángeles Atahonero

Desde los 13 años, Mª Ángeles Atahonero sufría continuos dolores en todo el cuerpo sin que los médicos supieran encontrar la causa de sus padecimientos. Al malestar físico se unía la incomprensión por parte de su familia, lo que era causa de un gran sufrimiento moral. Tras el nacimiento de su segundo hijo, que provocó nuevas crisis de dolor aún más agudo, le fueron diagnosticadas fibromialgia y fatiga crónica. Los médicos le prohibieron tener más hijos. Mª Ángeles comprendió —y nos transmite— que solo con Dios se puede vivir el sufrimiento con alegría, fe y esperanza. Y descubrió que el Señor le invitaba a ofrecer su sufrimiento por los sacerdotes y por las almas del purgatorio.

 

 

 

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