testigos de la esperanza 1

«Testigos de la esperanza, testigos del dolor» es un programa que, desde la cruz que abrazamos en este mundo —en el que estamos solo de paso—, nos enseñará a levantar los ojos al Cielo. En cada «Testigo de la Esperanza» personas muy distintas compartirán con nosotros su fe en el Señor y la confianza que creció en el dolor. Todos repiten como San Pablo: «Yo sé bien de quién me he fiado».

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El P. Enock Leopold, de Tanzania, nos cuenta su testimonio de fe en medio del sufrimiento. Su padre murió cuando él todavía estaba estudiando. Tuvo que dejar de estudiar para ponerse a trabajar y ayudar a su familia y tratar de conseguir dinero para retomar los estudios. Diez años después de la muerte de su padre, su madre cayó gravemente enferma. Él sabía que Dios le estaba llamando al sacerdocio y se encontró ante una decisión muy difícil, pues quería cuidar de su madre, pero fue su misma madre la que le pidió que respondiera a la llamada de Dios. Gracias a la fe de su madre, el P. Enock siguió sus estudios sacerdotales. Las últimas palabras de su madre fueron: «El sacerdocio es una vocación para ti y una vida. Cuida mucho tu sacerdocio».

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Xavi Argemí

Xavi Argemí, junto con sus padres José Argemí y Emilia Ballbè, comparten con nosotros su experiencia de sufrimiento a causa de la enfemedad de Xavi. Todo comenzó muy pronto. Xavi tenía solo cuatro años cuando le detectaron «distrofia muscular de Duchenne», un trastorno de origen genético que se manifiesta en una progresiva pérdida de fuerza y atrofia muscular debido a la degeneración de las fibras musculares. Los varones afectados terminan perdiendo totalmente su independencia. Aceptar esta enfermedad como algo venido de Dios para su bien, ha sido para toda la familia, y en concreto para Xavi, una escuela de amor a Dios y amor al prójimo, para aprender a olvidarse cada uno de sí mismo, ver las cosas como Dios las ve y ofrecer los sufrimientos para salvar almas.

Gonzalo y Noelia

Gonzalo Fernández Perea y Noelia Rodríguez Ramos consagraron su familia, el mismo día de su matrimonio, al Sagrado Corazón de Jesús, ofreciendo sus vidas y la vida de sus futuros hijos. Su oración fue escuchada. Noelia, ilusionada por tener hijos, tardó cuatro años en quedar embarazada. Pero el Señor le pidió el sacrificio de ver volar al Cielo a este primer hijo y al segundo sin poder abrazarlos. Por tercera vez quedó embarazada, y esta vez llegó a feliz término, pero, poco tiempo después del nacimiento de su hijo, le confirmaron que el pequeño padece la enfermedad del albinismo. El Señor les regaló otro hijo, que nació sano. Pero con el quinto embarazo, el Señor les confió un niño con síndrome de Down, y finalmente, su hija pequeña padece también la enfermedad del albinismo. Con la gracia de Dios y la intercesión de la Virgen María, Gonzalo y Noelia reciben el sufrimiento como una participación con Cristo para la redención del mundo y así se lo transmiten a sus hijos.

José María y Lourdes

José María Sánchez y Lourdes Chillarón nos cuentan en este «Testigos de la esperanza» cómo actuó el poder del amor de Dios en sus vidas y en la vida de Lourdes, su tercera hija, que nació con Trisomía 18, y a la que solo daban unos pocos días de vida.
Lucharon por la vida de su hija, rechazando el aborto y confiando en la Providencia de Dios. En la incertidumbre y el dolor confiaron en la intercesión de la Virgen María y peregrinaron hasta el Santuario de la Virgen en Lourdes pidiendo el milagro, pero Dios –que no se deja ganar en generosidad– les concedió algo mejor. Lourdes, la madre de la pequeña Lourdes, experimentó paz y un santo abandono en las manos de la Virgen María, su madre.
José María, por su parte, buscó la intercesión de San José y su ayuda fue inmediata. Dios, en su infinita bondad, le regaló a Lourdes cincuenta y seis días de vida, que sus padres disfrutaron llenos de agradecimiento. Murió un 20 de marzo, un día después del día del padre, día de San José.

Ana Cuenca

Ana comparte en este «Testigos de la esperanza» no solo su conversión, sino su felicidad, y esto a pesar de que le acompaña el sufrimiento de una enfermedad incurable. Pertenece al Camino Neocatecumenal y desde muy pequeña la fe era parte de su vida. El Señor empezó la purificación de su corazón a los dieciséis años. Enferma a partir de esa edad, los médicos no descubrían el mal que estaba acabando con la salud de Ana. En medio de tanto dolor, Ana empezó a dudar de la bondad de Dios. Llegó a pensar que su vida no tenía sentido y entró en una depresión profunda. Una experiencia le permitió volver a creer en la Palabra de Dios, la puso en práctica y el Señor poco a poco fue convirtiendo su vida. Ahora da muchas gracias a Dios y no teme morir, porque el paso de esta vida a la otra es para estar eternamente con Aquel que nos ama de verdad.

Bernie Wilkinson

Desde Irlanda, Bernie Wilkinson da testimonio de la ayuda recibida de Dios en el sufrimiento, que apareció en su vida desde la infancia. Su padre era alcohólico y eso provocó mucha inestabilidad en la familia, pero su familia supo encontrar refugio en Dios en los momentos más difíciles.
El Señor le regaló un buen esposo y tuvo dos hijos. Un día, su marido encontró a su hijo muerto: se había suicidado. Bernie pedía a Dios por el alma de su hijo, porque sabía que el suicidio es un pecado. Años después, su esposo falleció en un accidente de tráfico.
Bernie afirma que el amor a Jesús en la Eucaristía y la unión filial con la Virgen María, a quien cariñosamente llama Madre, le ayuda a vivir este sufrimiento y a dar gracias a Dios en medio este gran dolor.

P. Joseph Valle, SHM

El P. Joseph Valle, Siervo del Hogar de la Madre, comparte con nosotros su testimonio de sufrimiento durante la pandemia provocada por el COVID-19. El P. Joseph se encontraba destinado como misionero en Ecuador cuando recibió la noticia de que su madre, directora del departamento de enfermería del hospital en el que trabajaba, se había contagiado de COVID-19 después de haber permanecido al pie del cañón, junto con su equipo de enfermeros, cuidando a los enfermos en esos momentos tan difíciles. El P. Joseph, junto con sus hermanos, acompañó a su madre a través de videoconferencias, siendo testigo del progresivo empeoramiento. Durante estos meses, el P. Joseph recibió dos «gracias dolorosas» que le ayudaron a madurar en su vida espiritual y sacerdotal. El 15 de abril de 2020 falleció su director espiritual, el P. Henry Kowalczyk, Siervo del Hogar de la Madre. Ese mismo día le comunicaron la decisión de los médicos de entubar a su madre ante la gravedad de su estado. Un mes después su madre falleció. Tomando las palabras de Benedicto XVI en su encíclica «Spe salvi», el P. Joseph afirma que el sufrimiento madura y hace que el alma se compadezca del sufrimiento del prójimo.

Ana Amado García

Ana Amado tenía solo dos años y medio cuando le descubrieron un tumor: un neuroblastoma en el mediastino. La primera intervención quirúrgica pareció un éxito, pero, poco después, el tumor se reprodujo hasta hacerse todavía más grande que el anterior. La quimioterapia provocó un nuevo tumor, cerca del que ya existía. Ana empeoró y se fue debilitando. Sus padres, reconociendo en el Papa al Vicario de Cristo, peregrinaron a Roma con la esperanza de que Ana recibiera la bendición del Papa Benedicto XVI para ser curada. De regreso a España, la siguiente operación fue un éxito. Por eso Ana dice: «Para mí, el Papa es el puente entre el cielo y la tierra».

Elvira Lucía Ghisleri

Elvira Lucía Ghisleri fue una hija espiritual del P. Pío. Conoció al famoso santo de San Giovanni Rotondo gracias a que su padre, que era ingeniero, se ofreció al P. Pío para ayudarle a terminar de construir el hospital «Alivio del Sufrimiento», en un momento en que este proyecto se había quedado bloqueado por razones económicas. Gracias a la intercesión del P. Pío,
Lucía obtuvo el milagro de la conversión de su hija, días antes de que esta perdiera la vida en un accidente automovilístico. Un día antes de que ocurriera esta tragedia, Lucía había orado con estas palabras: «Señor, lo mejor para mi hija». Lucía reconoció que lo mejor para su hija era que el Señor se la llevara ya, protegiendo así su alma, finalmente en gracia después de muchos avatares. El Señor pidió a Lucía abrazarse a otras muchas cruces, como una grave depresión en la que llegó a perder memoria, además de siete operaciones. Todos estos sufrimientos los aceptó como voluntad de Dios con ayuda de la oración, la fe, la confianza en el amor de Dios y la intercesión del P. Pío, que le dijo en una ocasión: «Los que quieren ir al Cielo tienen que pasar por el sufrimiento».

Simón Agulló y Elena Francés

Simón Agulló y Elena Francés dan testimonio en «Testigos de la esperanza» del poder de la gracia de Dios que les sostuvo para vivir la enfermedad y muerte de María, su hija mayor, a consecuencia de un tumor cerebral. María le decía a sus padres: «No os preocupéis, lo único importante es lo que nos queremos, porque solo el amor dura para la vida eterna». Y, a pesar de su propio sufrimiento, conmovida por la tristeza de los enfermos que no tienen a Dios, hacía apostolado entre ellos. Elena y Simón confiesan que solo con Dios se puede vivir el sufrimiento, porque Dios es nuestro Padre y nos fortalece para aceptar y vivir su voluntad.

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  • José María Sánchez y Lourdes Chillarón nos cuentan en este «Testigos de la esperanza» cómo actuó el poder del amor de Dios en sus vidas y en la vida de Lourdes, su tercera hija, que nació con Trisomía 18, y a la que solo daban unos pocos días de vida.
    Lucharon por la vida de su hija, rechazando el aborto y confiando en la Providencia de Dios. En la incertidumbre y el dolor confiaron en la intercesión de la Virgen María y peregrinaron hasta el Santuario de la Virgen en Lourdes pidiendo el milagro, pero Dios –que no se deja ganar en generosidad– les concedió algo mejor. Lourdes, la madre de la pequeña Lourdes, experimentó paz y un santo abandono en las manos de la Virgen María, su madre.
    José María, por su parte, buscó la intercesión de San José y su ayuda fue inmediata. Dios, en su infinita bondad, le regaló a Lourdes cincuenta y seis días de vida, que sus padres disfrutaron llenos de agradecimiento. Murió un 20 de marzo, un día después del día del padre, día de San José.

     

     

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