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Siempre me ha costado entender la muerte de Cristo como un sacrificio. Recuerdo que de pequeño me dijeron que en la cruz el Padre castigaba a Jesús por nuestros pecados. ¿Cómo hay que entender la muerte de Jesús?

 

 

¿Por qué la Iglesia insiste tanto en la confesión de los pecados en el sacramento de la penitencia? ¿No cree que Dios no tiene necesidad y que, igual que sabe lo que nos conviene antes de que se lo pidamos, también sabe, y mejor que nosotros mismos, nuestros pecados? ¿No sería suficiente con una acusación genérica de los pecados, el reconocerse pecador y evitar así la vergüenza de decir a otra persona los pecados?

 

 

Hace algún tiempo conocí a una chica que me causó una buena impresión. Es una persona correcta, educada y creyente. Al hablar últimamente con ella me comentó que era lesbiana. Aunque no lo dijo, interpreté que tiene vida sexual con otra chica. Me confesó, con lágrimas en los ojos, que desde que era niña se sentía físicamente atraída por otras niñas. La vi bastante desesperada y sentí una gran compasión por ella. Como es creyente, se tortura constantemente ante su situación. Me pareció que ella esperaba que yo le dijera algo, pero, con la sorpresa que me causó, no supe qué aconsejarle. ¿Qué podría haberle dicho? Pienso que no se debe despreciar a esta persona porque su naturaleza le haya jugado una mala pasada.

 

 

Un sacerdote amigo me dice de vez en cuando que me elevo demasiado, que pienso en exceso en la vida futura, que hay que preocuparse más por las cosas de este mundo, comprometerse en la creación de una sociedad más humana en la que se pueda vivir felices, que la felicidad es también para esta tierra y que los cristianos tenemos que trabajar para lograrla, tanto para nosotros como para los demás, que tenga cuidado con las dicotomías, que tiendo a ellas y a un espiritualismo desencarnado, etc. Estas amonestaciones, por un lado no me convencen y me resultan incluso injustas, pero por otro lado me desazonan. El hombre ha sido creado para la eternidad y no para el tiempo. Pero mi amigo es un buen sacerdote y yo me quedo perplejo. ¿Tiene razón él? ¿Es que peco yo de espiritualismo? ¿O tengo yo razón y es él quien peca de un cierto temporalismo?

 

 

¿Qué puede hacer alguien que, después de haber llevado una mala vida y adquirido algún vicio, se convierte, pero no logra dominarlo y cae muchas veces en él?

 

 

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