testigos de la esperanza 1

«Testigos de la esperanza, testigos del dolor» es un programa que, desde la cruz que abrazamos en este mundo —en el que estamos solo de paso—, nos enseñará a levantar los ojos al Cielo. En cada «Testigo de la Esperanza» personas muy distintas compartirán con nosotros su fe en el Señor y la confianza que creció en el dolor. Todos repiten como San Pablo: «Yo sé bien de quién me he fiado».

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El P. Enock Leopold, de Tanzania, nos cuenta su testimonio de fe en medio del sufrimiento. Su padre murió cuando él todavía estaba estudiando. Tuvo que dejar de estudiar para ponerse a trabajar y ayudar a su familia y tratar de conseguir dinero para retomar los estudios. Diez años después de la muerte de su padre, su madre cayó gravemente enferma. Él sabía que Dios le estaba llamando al sacerdocio y se encontró ante una decisión muy difícil, pues quería cuidar de su madre, pero fue su misma madre la que le pidió que respondiera a la llamada de Dios. Gracias a la fe de su madre, el P. Enock siguió sus estudios sacerdotales. Las últimas palabras de su madre fueron: «El sacerdocio es una vocación para ti y una vida. Cuida mucho tu sacerdocio».

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P. Enock Leopold

El P. Enock Leopold, de Tanzania, nos cuenta su testimonio de fe en medio del sufrimiento. Su padre murió cuando él todavía estaba estudiando. Tuvo que dejar de estudiar para ponerse a trabajar y ayudar a su familia y tratar de conseguir dinero para retomar los estudios. Diez años después de la muerte de su padre, su madre cayó gravemente enferma. Él sabía que Dios le estaba llamando al sacerdocio y se encontró ante una decisión muy difícil, pues quería cuidar de su madre, pero fue su misma madre la que le pidió que respondiera a la llamada de Dios. Gracias a la fe de su madre, el P. Enock siguió sus estudios sacerdotales. Las últimas palabras de su madre fueron: «El sacerdocio es una vocación para ti y una vida. Cuida mucho tu sacerdocio».

Hortensia Eyzaguirre

En este «Testigo de la Esperanza», Hortensia Eyzaguirre nos da su testimonio del amor de Dios en un alma que confía en su bondad. Hortensia y su hija Deniss sufrieron un accidente de tráfico en el que su hija perdió una pierna y estaba totalmente destrozada, sin ninguna esperanza de vida. Hortensia en ese momento acudió al único que podía ayudarle, Dios. Pidió perdón a Dios porque ese día estaba enfadada con su hija y el Señor vino en su ayuda. Deniss, tras el accidente, estaba gravemente herida; Hortensia entendió que su hija no viviría. Con mucho dolor pero con mucho amor y confianza en Dios, aceptó su voluntad. Después de la muerte de su hija, Hortensia entendió que no podía encerrarse en el dolor, sino que tenía que continuar viviendo en la confianza y el amor de Dios que nunca la dejaría sola y dar testimonio de la bondad del Señor.

Rafael Postigo

Tener en el centro de la familia a Dios es vivir. La familia Postigo Pich nos enseña cómo solo en Dios y con Dios se puede ver la realidad de la cruz, el amor de Dios por nosotros. Rafael Postigo, de catorce años de edad, el último de 18 hermanos, acaba de pasar un por cáncer, un linfoma de Hodgkin, un tipo de cáncer que afecta al sistema linfático. Rafael nos recuerda en su testimonio que Dios es bueno y todo lo que permite que nos pase a nosotros y a nuestras familias es para el bien de nuestras almas. «He aprendido un montón, gracias a Él, porque Él me ha puesto este cáncer; no digo que Dios me ha fastidiado la vida, porque en realidad me ha hecho ver cosas que a lo mejor en mi vida no habría visto si no hubiera tenido este cáncer». Es la reflexión que Rafael comparte después de haber vivido con su familia en Dios esta enfermedad.

Dolores Garrido y Maria del Mar García

La familia García Garrido nos muestra en este «Testigos de la esperanza» lo que realmente importa en la vida del hombre, Dios. Dolores Garrido, madre de seis hijos, nos cuenta el regalo de Dios, de tener una familia numerosa y con un plus que no rechaza. La primera de sus hijas, María del Mar, a los seis años fue diagnosticada con una enfermedad degenerativa en la que va perdiendo poco a poco la movilidad. Su tercer hijo, Miguel Ángel, nació con síndrome de Down, y su último hijo, Pablo, nació con acondroplasia. La vida de fe fue y es muy importante en la vida de esta familia católica, porque solo en Dios se puede ver y aceptar este y todos los sufrimientos como una invitación de Cristo a la redención del mundo. Para María del Mar su enfermedad es una misión y por amor a Dios y a las almas no quiere dimitir. Confían plenamente en el amor de Dios, por eso pueden dar gracias por todo lo que Dios les da y por todo lo que Dios les quita.

María Ángeles y Santiago

María Ángeles Moreno y Santiago Vázquez son testigos de que el sufrimiento, aceptado y vivido con Dios, no solo se convierte en una gracia de conversión, sino también en una fuente de alegría. Por eso afirman, aunque parezca paradójico: «La muerte de mi hija me resucitó». Ciertamente lo hizo, pero a nivel espiritual: «En el momento en el que murió mi hija, pedí un sacerdote para confesarme». Fue el primero de los milagros que el Señor obró en la vida de María Ángeles y de Santiago después de la muerte de su hija, a los diecisiete años, a causa de una insuficiencia cardiorrespiratoria aguda. En ese momento de tan gran sufrimiento, Dios salió a su encuentro no solo para consolarlos por la pérdida de su hija, sino para la conversión de sus vidas y un cambio radical en su fe. A partir de ese encuentro personal con el amor de Dios, María Ángeles y Santiago encontraron el sentido de sus vidas y de su matrimonio. La alegría de saber que Dios está vivo y el deseo de que todo el mundo lo sepa los llevó de forma providencial a formar parte de la «Familia misionera del Verbum Dei».

 

Sara Guzmán

Confianza en la providencia amorosa de Dios: ese es el testimonio de Sara Guzmán ante los sufrimientos que el Señor compartió con ella. Sufriendo ya varias dificultades en su salud, le confirman que tiene un tumor cerebral. A pesar de los tratamientos, el tumor sigue creciendo hasta provocar un derrame en el nervio óptico. El Señor interviene entonces con su protección paternal y Sara vive un milagro tras otro. El derrame no afectó en absoluto a su visión y se programó la fecha de la operación para extirpar el tumor. Durante la operación sufre un ictus y tres infartos, que ―sorprendentemente― no dejaron ninguna secuela. Providencialmente, descubren que tiene el foramen oval permeable, es decir, una abertura natural entre las dos cavidades superiores del corazón que debería haberse cerrado durante su primer año de vida. Sara debe someterse a una nueva intervención quirúrgica, pero, al comenzar la operación, los doctores comprueban extrañados que el corazón ya no tiene esa abertura. Es un milagro. El corazón está completamente sano. Para Sara fue una confirmación del amor infinito y poderoso de Dios.

Xavi Argemí

Xavi Argemí, junto con sus padres José Argemí y Emilia Ballbè, comparten con nosotros su experiencia de sufrimiento a causa de la enfemedad de Xavi. Todo comenzó muy pronto. Xavi tenía solo cuatro años cuando le detectaron «distrofia muscular de Duchenne», un trastorno de origen genético que se manifiesta en una progresiva pérdida de fuerza y atrofia muscular debido a la degeneración de las fibras musculares. Los varones afectados terminan perdiendo totalmente su independencia. Aceptar esta enfermedad como algo venido de Dios para su bien, ha sido para toda la familia, y en concreto para Xavi, una escuela de amor a Dios y amor al prójimo, para aprender a olvidarse cada uno de sí mismo, ver las cosas como Dios las ve y ofrecer los sufrimientos para salvar almas.

Gonzalo y Noelia

Gonzalo Fernández Perea y Noelia Rodríguez Ramos consagraron su familia, el mismo día de su matrimonio, al Sagrado Corazón de Jesús, ofreciendo sus vidas y la vida de sus futuros hijos. Su oración fue escuchada. Noelia, ilusionada por tener hijos, tardó cuatro años en quedar embarazada. Pero el Señor le pidió el sacrificio de ver volar al Cielo a este primer hijo y al segundo sin poder abrazarlos. Por tercera vez quedó embarazada, y esta vez llegó a feliz término, pero, poco tiempo después del nacimiento de su hijo, le confirmaron que el pequeño padece la enfermedad del albinismo. El Señor les regaló otro hijo, que nació sano. Pero con el quinto embarazo, el Señor les confió un niño con síndrome de Down, y finalmente, su hija pequeña padece también la enfermedad del albinismo. Con la gracia de Dios y la intercesión de la Virgen María, Gonzalo y Noelia reciben el sufrimiento como una participación con Cristo para la redención del mundo y así se lo transmiten a sus hijos.

José María y Lourdes

José María Sánchez y Lourdes Chillarón nos cuentan en este «Testigos de la esperanza» cómo actuó el poder del amor de Dios en sus vidas y en la vida de Lourdes, su tercera hija, que nació con Trisomía 18, y a la que solo daban unos pocos días de vida.
Lucharon por la vida de su hija, rechazando el aborto y confiando en la Providencia de Dios. En la incertidumbre y el dolor confiaron en la intercesión de la Virgen María y peregrinaron hasta el Santuario de la Virgen en Lourdes pidiendo el milagro, pero Dios –que no se deja ganar en generosidad– les concedió algo mejor. Lourdes, la madre de la pequeña Lourdes, experimentó paz y un santo abandono en las manos de la Virgen María, su madre.
José María, por su parte, buscó la intercesión de San José y su ayuda fue inmediata. Dios, en su infinita bondad, le regaló a Lourdes cincuenta y seis días de vida, que sus padres disfrutaron llenos de agradecimiento. Murió un 20 de marzo, un día después del día del padre, día de San José.

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  • José María Sánchez y Lourdes Chillarón nos cuentan en este «Testigos de la esperanza» cómo actuó el poder del amor de Dios en sus vidas y en la vida de Lourdes, su tercera hija, que nació con Trisomía 18, y a la que solo daban unos pocos días de vida.
    Lucharon por la vida de su hija, rechazando el aborto y confiando en la Providencia de Dios. En la incertidumbre y el dolor confiaron en la intercesión de la Virgen María y peregrinaron hasta el Santuario de la Virgen en Lourdes pidiendo el milagro, pero Dios –que no se deja ganar en generosidad– les concedió algo mejor. Lourdes, la madre de la pequeña Lourdes, experimentó paz y un santo abandono en las manos de la Virgen María, su madre.
    José María, por su parte, buscó la intercesión de San José y su ayuda fue inmediata. Dios, en su infinita bondad, le regaló a Lourdes cincuenta y seis días de vida, que sus padres disfrutaron llenos de agradecimiento. Murió un 20 de marzo, un día después del día del padre, día de San José.

     

     

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