Compartiendo a Jesucristo: A la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre
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«Ser conscientes de que en cualquier momento nos podemos encontrar con Dios».
«Ser conscientes de que en cualquier momento nos podemos encontrar con Dios».
Terminamos este bloque de «Un ancla en la tormenta» reafirmando que la esperanza solo se puede —y se debe— fundamentar en Dios, quien nos promete la vida eterna, la única garantía de nuestra dignidad. Junto con D. Miguel Larrambebere Zabala, vicario general de la diócesis de Pamplona y Tudela (Navarra, España), seguiremos estudiando la bula convocatoria de este «Año Jubilar de la Esperanza», en la que el Papa enumera los signos de esperanza que merecen nuestros esfuerzos en este mundo. Concluiremos con la figura de la Virgen, Madre de la Esperanza, consuelo para nosotros los peregrinos, quien nos repite hoy las mismas palabras que dijo a Juan Diego en Guadalupe: «¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?».
Jesús nos dio dos grandes signos de su amor: la Eucaristía y el sacerdocio. El P. Shane nos habla de cómo Jesús entregó su vida para poder llevarnos al Cielo. El sacerdote está llamado a continuar esta misión y a mostrar a los demás el amor de Dios Padre.
El P. Rafael Alonso Reymundo, en «Fuego de amor», expone que debemos estar al servicio de Dios; Él nos ha creado y sabe mejor que nosotros lo que nos conviene. Si somos hijos rebeldes y no nos dejamos conducir por Él, frustraremos nuestra vida. Dios es un Dios bueno que solo quiere lo mejor para nosotros.
Rubén, de procedencia mexicana, crece en una familia en la cual su padre muere cuando él tiene 1 año; su madre al tener que trabajar mucho acaba por dejar a Rubén con sus tíos. Rubén tendrá una infancia y juventud difícil en la que su tío le pegará, le reñirá mucho; esto le hará refugiarse en su tía. Viviendo todo esto le empiezan a decir que es una niña, una mariquita. Desde ese momento, siendo muy pequeño todavía, Rubén comenzará a sentirse atraído por los hombres, y desde muy joven, con apenas 12 años de edad, comenzará a tener relaciones con hombres, a moverse en ambientes gays, prostíbulos, a pensar en operarse para cambiarse de sexo... Descubre cómo la misericordia de Dios hace a Rubén abandonar todo esto y volverse hacia el Señor en «Cambio de Agujas».
En el mundo de hoy es muy difícil encontrar silencio. El silencio interior es algo fundamental para tener una relación intima con el Señor. En esta edición de «En perspectiva» D. Manuel Vargas Cano de Santayana -Vicario episcopal de la Diócesis de Getafe- nos presenta su nuevo libro titulado «Silencios que hablan», un resumen de los ejercicios espirituales según San Ignacio de Loyola. Este libro es un gran ayuda para fomentar el silencio tan necesitado hoy en día.
Juan Bosco nació en Becchi, un pequeño pueblo italiano, en 1815. Siendo niño murió su padre y tuvo que trabajar ayudando al sustento familiar. Como quería ser sacerdote, un sacerdote amigo suyo le ayudó, pero tenía que caminar cada día, unos diez kilómetros -a veces descalzo, por no gastar zapatos- para ir a estudiar en el liceo de Chieri. Con el fin de pagar sus estudios, trabajó en numerosos oficios.
Ordenado en 1841 y preocupado por la suerte de los niños pobres, particularmente por su imposibilidad de acceso a la educación, a partir de 1842 fundó el Oratorio de San Francisco de Sales. Estableció luego las bases de la Congregación de los sacerdotes de San Francisco de Sales, o salesianos (1851), aprobada en 1860, y de su rama femenina, el Instituto de Hijas de María Auxiliadora.
San Juan Bosco murió la madrugada del 31 de enero de 1888 en Turín. Fue beatificado en 1929 y canonizado en 1934; para su canonización se presentaron seiscientos cincuenta milagros obrados por él. Su festividad se conmemora el día de su fallecimiento, el 31 de enero.
Gracias a la generosidad de nuestros bienhechores, hemos podido seguir hasta ahora. Pero las exigencias van siempre en aumento y con frecuencia surgen gastos imprevistos, como reparaciones, adquisición de nuevas máquinas, etc.
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