Dios llora en la tierra (32): El lamento de los abandonados

“Estuve doce años en la cárcel porque quería permanecer fiel a la Iglesia de Roma. Me tortuaron porque no renegué del Papa. Perdí todo por la fe. Pero esta fe me dio una paz y una seguridad que convirtieron esos años de sufrimientos en los años más preciosos de mi vida. Vosotros habéis perdido la paz de Dios. Vosotros habéis socavado la fe hasta el punto de que ya no ofrece ninguna seguridad. En vuestra libertad, habéis rechazado la razón de nuestro sufrimiento bajo la opresión. El Occidente me ha desilusionado. Antes que permanecer con vosotros, prefiero otros doce años en una cárcel comunista.”

 

Dios llora en la tierra (33): La Iglesia esclavizada

Entre ellos hay individuos ambiciosos sedientos de honores y distinciones, psicópatas llenos de resentimiento y complejos de inferioridad, pusilánimes que no observan el celibato eclesiástico, viles aduladores de los poderosos, abades, priores y canónigos de nuevo cuño. Estos adcenedizos eclesiásticos, a quienes el pueblo desprecia, son presentados por el Gobierno como arquetipos; se comportan como si estuvieran inspirados por el Espíritu Santo y fueran los salvadores de la Iglesia. Los ateos quieren que Roma escoja de entre ellos a los nuevos obispos, pese a que no son buenos pastores, sino mercenarios que han abandonado el rebaño y vendido a los comunistas a sus hermanos en el sacerdocio.

 

Dios llora en la tierra (34): Santa ilegalidad

Pero dado que la Iglesia, en virtud de su origen divino, debe desarrollar una actividad propia, no puede contentarse con lo que los ateos están dispuestos a otorgarle. Obedeciendo a Dios antes que a los hombres, se retira a las catacumbas para vivir su vida en santa ilegalidad.

 

Dios llora en la tierra (35): Con Dios en Rusia

“La vida en Rusia era dura y a menudo inhumanamente pesada; pero Dios estaba siempre con nosotros. Cada domingo, en el cementerio, organizábamos un acto religioso. Naturalmente, no teníamos ni sacerdote ni santa misa, pero el santo sacramento estaba siempre entre nosotros… Nosotros hacíamos toda clase de economías para que María pudiera viajar y traer a Nuestro Señor entre nosotros. En cada reunión María traía el Santo Sacramento en una bolsa sobre el pecho. Casi ningún miembro de nuestra comunidad orante ha muerto sin recibir la comunión.”

 

Dios llora en la tierra (36): La hora de Caín

Ahora que en Moscú la sonrisa de la coexistencia ya no es pertinente, el rostro monstruoso del comunismo, que desde 1917 muestra los rasgos indelebles de la violencia, del bandidismo, de la mentira y del crimen, ha reaparecido. Es una prueba más de que el comunismo no tolera ninguna desviación dogmática y debe reprimir por todos los medios toda apariencia de libertad; una vez más el slogan según el cual la Unión Soviética no constituye una amenaza para la Europa libre queda refutado. El comunismo no puede ser liberalizado sin dejar de ser comunismo.

 

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  • Juan Bosco nació en Becchi, un pequeño pueblo italiano, en 1815. Siendo niño murió su padre y tuvo que trabajar ayudando al sustento familiar. Como quería ser sacerdote, un sacerdote amigo suyo le ayudó, pero tenía que caminar cada día, unos diez kilómetros -a veces descalzo, por no gastar zapatos- para ir a estudiar en el liceo de Chieri. Con el fin de pagar sus estudios, trabajó en numerosos oficios.

     

    Ordenado en 1841 y preocupado por la suerte de los niños pobres, particularmente por su imposibilidad de acceso a la educación, a partir de 1842 fundó el Oratorio de San Francisco de Sales. Estableció luego las bases de la Congregación de los sacerdotes de San Francisco de Sales, o salesianos (1851), aprobada en 1860, y de su rama femenina, el Instituto de Hijas de María Auxiliadora.

     

    San Juan Bosco murió la madrugada del 31 de enero de 1888 en Turín. Fue beatificado en 1929 y canonizado en 1934; para su canonización se presentaron seiscientos cincuenta milagros obrados por él. Su festividad se conmemora el día de su fallecimiento, el 31 de enero.

     

     

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