2-8 de septiembre de 2012
- Categoría: Noticiario semanal
Hablan sobre el Congreso Mundial de las Familias, que va a tener lugar en Madrid del 25-27 de mayo (durante el fin de semana). Es un congreso promovido con la idea de animar a padres, hijos, abuelos, etc., a defender la familia y a luchar por la verdad y por la vida.
Hemos recibido de nuestros padres el cuerpo que tenemos. Los cromosomas que tenemos vienen de la división de los cromosomas de nuestros padres. Pero el hombre no se puede reducir a una herencia cromosomática. El hombre tiene un principio que transciende lo material, que no tiene las cualidades de la materia, es un principio simple, espiritual e inmortal, que todos tenemos dentro de nuestro propio ser: el alma. La capacidad de trascendencia que tienen las acciones del hombre, exige que en él haya un principio trascendente. Eso es el alma. El alma no se puede dividir porque es simple. Si no se puede dividir, no se puede generar, por lo tanto, sólo se puede explicar por creación directa de Dios. El alma es directamente creada por Dios. Si no se cree en Dios, tampoco se puede creer en el alma, y el hombre quedaría reducido a materia, perdiendo así su dignidad sagrada y el fundamento de la moral, porque la materia la puedo utilizar para mis fines. Todos tenemos una dignidad sagrada compuesta de cuerpo y de alma (Veritatis Splendor n. 50). Si quitamos el alma, cae todo. Es un concepto del que no se puede prescindir.
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En alguna ocasión, he oído hablar de los pecados internos, es decir, de pecados que se quedan dentro de uno mismo sin expresarse exteriormente con palabras o acciones. ¿Esto puede ser realmente pecado?
Voy todos los domingos a misa porque soy cristiano y creo en Dios. Estoy haciendo un curso gratis sobre la religión evangélica. Un testigo de Jehová me ha suscrito a dos revistas y las recibo gratis. Las leo y las tiro. ¿Estoy obrando bien o mal?
Hay que dar gracias de Dios por todo lo que nos da y por todo lo que nos quita, porque todo procede de su amor y, cuando nos quita algo, es para darnos más.
He oído hablar de las indulgencias, pero no sé exactamente qué son ni cómo pueden ganarse. ¿Puede usted aclarar mis dudas?
En un grupo de oración al que pertenezco leímos hace días el pasaje del Génesis sobre el diluvio, y nos llamó la atención la dureza con que Dios reaccionó ante los pecados de aquellas gentes. Dice que se arrepentió Yahveh de haber hecho al hombre en la tierra y se entristeció en su corazón, hasta mandar el diluvio para destruirlo. Discutimos sobre ello. Unos decían que no es posible que Dios se arrepienta, pues todo lo hace bien. Y además, desde siempre, sabe todo lo que va a pasar. Otros, que si Dios nos lo ha revelado así, es que puede arrepentirse y castigar el pecado de los hombres; que no debe ser algo tan poco serio como a nosotros nos parece. Otros, en fin, pensaban que, siendo Dios infinitamente misericordioso, no es posible que castigue de esta manera a la humanidad. Total, que no nos aclaramos. ¿Podría usted darnos un poco de luz?
Asistí hace poco al funeral y entierro de una persona muy conocida en la ciudad. El templo estaba a tope y me causó muy buena impresión el sacerdote que presidió la concelebración porque, antes de distribuir la comunión a los fieles, dijo, más o menos: “Se recuerda a todos los asistentes a esta misa de exequias, especialmente a los que no frecuentan los sacramentos, que no hay obligación de acercarse a recibir en comunión el cuerpo del Señor. Los que vayan a hacerlo, que examinen antes su conciencia ante Dios, y que no se acerquen si no cumplen las condiciones requeridas: ayuno de una hora y no tener conciencia de pecado grave. Que hagan en lugar de la comunión sacramental un acto de deseo de recibir al Señor, una comunión espiritual, y le será muy provechoso para su alma.” Cuando uno piensa que en celebraciones más o menos masivas, como bodas, primeras comuniones, funerales, etc., se está convertiendo en algo normal el acercarse a comulgar sin confesar antes los pecados mortales, no puede menos que admirar la claridad y caridad de aquel sacerdote al que me he referido. ¿Qué piensa usted?
Comentan un artículo, escrito por José Luís Martín Vigil, que trata sobre la familia como una fórmula. Para él fue muy importante a lo largo de su vida lo que sus padres le enseñaron desde pequeño, principalmente la fe. Es fundamental que los padres eduquen a sus hijos en casa en la fe, inculcándoles los valores y criterios que les servirán para enfrentarse al mundo.
Fabián Fernández Alarcón, Vicepresidente de Profesionales por la Ética, habla sobre el aborto y la manipulación de los medios de comunicación respecto a las últimas noticias sobre el aborto eugenésico que propone la mentalidad de que es mejor eliminar al que sufre. Hacen creer que el problema es el niño porque causa sufrimiento a la madre. Algunos hablan de los niños discapacitados como monstruos. “¿Qué diferencia hay entre un bebé de 8 meses y uno de 1 mes de vida? Pues el aire en los pulmones y muy poco más”.
Juan Manuel Cotelo, director de cine, productor de películas y periodista, habla sobre su última producción: un documental sobre la Virgen María, que es, en la práctica, un documental sobre la fe. En sus obras intenta transmitir a Dios, lo único que da sentido a la existencia humana y que es el mejor tema que él ha podido encontrar. Si uno no tiene a Dios en su vida, todo pierde sentido. La dificultad es parte de la vida y aunque encuentre dificultades en el trabajo, no quiere perder ni un solo instante pensando en si el trabajo es difícil o no. Habla de un Dios enamorado del hombre y de la transformación que produce en la vida de los que se abren a su amor.
Mary Zoe Bowden, madre de 6 hijos, habla de su experiencia como educadora en Estados Unidos. Explica cómo influye el ambiente familiar influye en la capacidad de aprender de los niños. También comparte su experiencia como madre de una religiosa.
Se habla de una corriente de la psicología moderna que evita al hombre cargar cualquier culpabilidad. Esta ideología impide que el hombre se desarrolle como persona. También destaca que el perdón auténtico es inseparable del dolor de los pecados.
¿Por qué la Iglesia, que prohibía hasta hace unos años la cremación de cadáveres, ahora la acepta? ¿Cómo deben celebrarse las exequias en caso de cremación?
El otro día estuve hablando con unos amigos sobre los horrores del atentado del 11 de marzo de 2004. Hablamos también sobre los terroristas. Yo sugerí que, ante todo, rogásemos por ellos, porque con su actitud se hacen mayor mal a sí mismos que a sus víctimas. Al instante, una amiga reaccionó diciendo que ella no podía perdonar a esa gente. Surgió así una discusión sobre la obligación de perdonar a los enemigos. Me sorprendió ver que no sólo ella, sino también otros, manifestaban una gran dificultad en aceptar el mandamiento del Señor. Yo, francamente, sufro cuando veo y oigo en la televisión expresiones de tanta rabia y odio contra esos desgraciados terroristas. Condeno, evidentemente, sus crímenes. Me compadezco profundamente de las víctimas y deseo y pido al Señor por el fin del terrorismo, pero también los terroristas me dan mucha pena. Son mucho más desgraciados, porque la mayor de las desgracias es el pecado. ¿Estoy en lo justo?
Desde hace un tiempo, un amigo frecuenta un grupo de meditación dirigido por un monje budista. Desde entonces ya no le veo por la parroquia, y me temo que acabará perdiendo la fe. ¿Se puede ser budista y cristiano a la vez? ¿Acaso no tenemos una larga tradición de experiencia contemplativa y espiritual?
Parece lógico que las relaciones prematrimoniales sean consideradas ilícitas, porque no existe todavía el compromiso formal de matrimonio. Pero, al ver que cada día son más las parejas que viven juntas antes de casarse, me pregunto si no habrá alguna razón para disculparlas. Como, por ejemplo, una manera de evitar posibles crisis posteriores en el matrimonio por falta de conocimiento mutuo en todo, pero principalmente en el acto conyugal. Es decir, que en cierto sentido, parece que esas relaciones pueden constituir una experiencia provechosa. Confieso que me motiva a escribir esta carta el hecho de que una sobrina mía, que siempre tuve por una muy buena chica, está viviendo ya con su novio.
Cuando yo era pequeña, nos hablaban de la sobriedad. Hoy ya no oigo hablar de ella en la Iglesia nunca, al contrario. ¿Es que no es algo que hay que buscar?
Es impresionante el número de personas que hoy consultan a videntes, astrólogos, futuristas, etc. Con frecuencia oigo hablar de personas que tienen la capacidad de percibir y de emitir radiaciones con las que llegan a detectar objetos perdidos, personas desaparecidas, partes del cuerpo afectadas por una enfermedad, etc., y hasta agüeran algunas curaciones o al menos alivian ciertos dolores. Este año asistí en Madrid a una conferencia cuaresmal confiada por el Cardenal Arzobispo a un religioso, que tiene fama de ciencia y piedad. Habló del ocultismo. Él mismo perteneció durante algún tiempo a un grupo de ese tipo de personas al que me he referido más arriba. En la conferencia, se manifestó muy severo con todas estas cosas porque aun cuando algunas de estas prácticas no hagan sino echar mano a la fuerza del naturaleza, la experiencia le dice que con frecuencia se mezcla una acción preternatural. Se apoyó en diversos pasajes de la Escritura, en particular en Deuteronomio 18, 10; y en algunos números del Catecismo. ¿Qué piensa usted de todo esto?
El derecho canónico mantiene el principio de que el vínculo matrimonial goza del favor del derecho, es decir, que hay que presumir como válidos todos los matrimonios celebrados ante el sacerdote y dos testigos, a menos que se pruebe de una manera cierta que no lo son, ya sea por algún defecto de consentimiento, ya porque había un impedimento que no se dispensó, o por falta de madurez en alguno de los dos cónyuges para asumir los deberes conyugales. Y, además, en estos casos, cuando el matrimonio se demuestra que fue nulo desde el principio, lo pastoralmente correcto es tratar de convalidarlo, subsanando las causas de nulidad siempre que sea posible. Pero actualmente, con tantas separaciones y sentencias de nulidad por parte de los tribunales eclesiásticos, parece más bien que acabaremos afirmando el principio contrario. Es decir, que la mayoría de los matrimonios son nulos. ¿Usted qué piensa?
Leí hace años la vida del Padre Pío de Pietrelcina. Ahora, después de que haya sido canonizado y, puesto que tengo muchos buenos amigos católicos que desconocen la figura de este gran santo de nuestro tiempo, me he planteado dársela a conocer. Pero he de confesar que estoy dudando sobre esto, ya que hay muchos carismas extraordinarios en su vida: estigmas sangrantes de la Pasión del Señor durante 50 años, lucha abierta y violenta contra el diablo, conocimiento interior de la personas, bilocaciones reales y comprobadas, etc.; que me temo que un santo así asuste a mis amigos. Además, las persecuciones de que fue objeto por parte de varios obispos, teólogos bien considerados y del mismo Santo Oficio, y finalmente por algunos superiores de su misma orden capuchina; me da miedo que puedan escandalizar estos lectores. ¿Qué me aconseja?
En una parroquia vecina a la mía, ha cambiado el párroco. A una señora, ya mayor, al encontrarla a salir de la misa un día laboral, le pregunté que por qué accudía a mi parroquia y no a la suya. Ella me contestó: “El domingo, en la Santa Misa, en la consagración, el nuevo párroco dijo que no se arrodillara nadie. Yo no pude no arrodillarme porque mi conciencia me dice que debo hacerlo. Al terminar la misa, se dirigió a mí y me dijo: "Usted está desobedieciendo a la Iglesia, al Papa y mí, que soy el párroco”. A mí me pareció que había hecho bien la señora, ya que San Pablo dice que al nombre de Jesús, toda rodilla se doble. Y la consagración, ¿no es lo más grande que occurre en la tierra, cuando el pan y vino se convierten en el Cuerpo y Sangre del mismo Hijo de Dios? Dígame algo sobre esto, por favor.
“Conviértenos y nos convertiremos” (Lam. 5, 21). Si la gracia es un don, ¿cómo se explica que haya hombres sin ella? ¿Qué se le puede pedir al hombre que vive en pecado por no conocer a Dios?
Estoy siguiendo unos cursos en un instituto católico de teología. El otro día, uno de los profesores, al cual admiro, nos habló de una comisión compuesta por teólogos, moralistas, filósofos, antropólogos, biólogos, juristas, etc. que está tratando de establecer cuándo comienza el hombre a ser persona. Y nos expuso, sin hacerla enteramente suya, una hipótesis que parece ganar adeptos. Confieso que a mí, que siempre he sostenido con la Iglesia que eso sucede en el mismo momento de la concepción, me llamó la atención, y parecía bastante aceptable. El embrión comenzaría ser persona en el momento en que se manifestase como individuo. Ahora bien, esto no ocurre hasta pasadas las 16 primeras divisiones y subdivisiones celulares, es decir, a partir del estado de mórula. Porque a partir de ese momento, y no antes, ya no puede dividirse en 2 o más partes capaces de reproducir cada una el organismo entero. Hasta este momento, el embrión no sería un individuo. Estaría en un estado amorfo, indefinido y, en consecuencia, no sería persona. ¿Qué le parece?
El noveno mandamiento nos prohíbe tener malos pensamientos, pero ¿es eso posible? ¿Qué trascendencia pueden tener unos actos puramente internos como son los pensamientos?
D. Julián Lozano López —delegado de Medios de Comunicación Social de la Diócesis de Getafe (España)— siempre ha tenido a la Virgen muy presente en su vida, pues ella ha tomado un papel especialmente importante en su sacerdocio. D. Julián es consciente de lo mucho que la necesita para ser fiel a su vocación, por ello, intenta tenerla presente todos los días, invocándola siempre.
Gracias a la generosidad de nuestros bienhechores, hemos podido seguir hasta ahora. Pero las exigencias van siempre en aumento y con frecuencia surgen gastos imprevistos, como reparaciones, adquisición de nuevas máquinas, etc.
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