Compartiendo a Jesucristo: El Espíritu Santo
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Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada.
Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada.
¿Es tu cara reflejo del alma?
La meta es Cristo, no eres tú. El Señor necesita que te des cuenta de que Él es tu fuerza.
Si yo quisiera que éste permaneciese hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme.
¡Gracias Jesús!
Hoy te llama Jesús a trabajar junto a Él. Dile que sí, que puede contar contigo.
No ruego sólo por éstos, sino por cuantos crean en mí por su palabra, para que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, para que también ellos sean en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado.
Viene a tí para darte su vida, para darse del todo.
Antonio vivió su juventud cerca del Señor: misa dominical, sacramentos… Fue incluso monitor de un grupo de Scouts, pero entre estudios, trabajo y novia, su fe se fue haciendo tibia y mundana. Aprovechaba las vacaciones de Semana Santa para irse de viaje, dejaba la misa si surgía otra cosa... Su vida da un giro de 180º cuando participa en Cursillos de Cristiandad y decide ofrecerse para ser catequista en su parroquia. La confesión y la Eucaristía se vuelven indispensables en su vida tras el reencuentro con el Señor.
Sin familia, la especie humana no es viable, ni siquiera biológicamente. Necesitamos un hogar donde poder vivir, amar y ser amados, alimentados y cuidados. José Ramón Ayllón —autor del libro «10 claves de la educación»— nos comentará el papel fundamental que, también en la actualidad, juega la familia en la educación de los niños y jóvenes.
¿Qué haces con tus 94.000 dólares?
Seguir al Señor obliga emplearnos a fondo.
No pido que los tomes del mundo, sino que los guardes del mal. Santifícalos en la verdad, pues tu palabra es verdad. Cómo tú me enviaste al mundo, así yo los envié a ellos al mundo.
Hazte pequeño y acércate a Jesús. Acabemos con el amor propio.
El amor de las familias puede transformar el mundo. Solo el amor vence al demonio.
Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que tú me diste; porque son tuyos, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío, y yo he sido glorificado en ellos.
Que alegría parecernos cada día más a Nuestra Madre.
A los ojos de Dios valemos lo que amamos. Cuanto vale la pena darse a los demás, porque dando amor damos al mismo Dios. Aprendamos de la Virgen.
En el mundo habéis de tener tribulación; pero confiad: yo he vencido al mundo.
Quiero ser consciente, Señor, de que ahora mismo me miras, y lo haces con infinito amor.
Inmaculada Doncel comenzó a los 12 años a preguntarse por el sentido de su existencia y el papel que Dios tenía en ella. En su vida solo encontraba rutina, aburrimiento y sinsentido. En la adolescencia entra en una profunda crisis por falta de amigas de verdad. Llora todas las noches y echa a Dios la culpa por su estado. Sin ilusión por vivir y deseando morirse, una compañera de clase la invita a una reunión donde se habla de Dios. Esta reunión y un campamento de verano cambiarán toda su vida hasta llegar a consagrarse a Dios en las Siervas del Hogar de la Madre.
Gracias a la generosidad de nuestros bienhechores, hemos podido seguir hasta ahora. Pero las exigencias van siempre en aumento y con frecuencia surgen gastos imprevistos, como reparaciones, adquisición de nuevas máquinas, etc.
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