Las apariciones oficiales de Fátima

Lugar: Loca do Cabeço, Pregonero en los Valinhos

Fecha: Primavera de 1916

«– ¡No temáis! Soy el Ángel de la Paz. Orad conmigo.
Y arrodillándose en la tierra, dobló la frente hasta el suelo. Llevados por un movimiento sobrenatural, lo imitamos y repetimos las palabras que le oíamos pronunciar:
Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.
Después de repetir esto tres veces, se levanta y dice:
Orad así. Los corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras súplicas».

Lugar: Quintal de la casa de Lucía, al lado del Pozo do Arneiro

Fecha: Verano de 1916

«– ¿Qué hacéis? ¡Orad! ¡Orad mucho! Los corazones de Jesús y María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios.
¿Cómo nos tenemos que sacrificar? –pregunté.
De todo lo que puedas, ofrece un sacrificio en acto de reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores. Atrae, así, la paz sobre tu Patria. Yo soy el Ángel de su guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envía».

Lugar: Loca do Cabeço

Fecha: Otoño de 1916

«[...] trayendo en la mano un cáliz y sobre el una Hostia, de la cual cayeron, dentro del cáliz, algunas gotas de sangre. Dejando el cáliz y la Hostia suspendidos en el aire, se postró por tierra y repitió tres veces la oración:
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes con los que Él es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores.
Después, levantándose, tomó de nuevo el cáliz y la Hostia y me dio la Hostia a mi y lo que contenía el cáliz se lo dio a beber a Jacinta y a Francisco, diciendo al mismo tiempo:
Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios.
De nuevo se postró por tierra y repitió con nosotros tres veces más la misma oración:
– Santísima Trinidad... etc.».

Lugar: Valinhos

Fecha: 19 de Agosto de 1917

Personas presentes (el día 13): entre 15.000-18.000, aunque algunos escritos hablan de apenas 5.000

«–¿Qué es lo que usted quiere de mí?
–Quiero que continuéis yendo a Cova de Iria el día 13, que continuéis rezando el rosario todos los días. En el último mes, haré un milagro para que todos crean. [Si no os hubiesen llevado a la Aldea, el milagro hubiera más grandioso; vendrá San José con el Niño Jesús para dar la paz al mundo y vendrá Nuestro Señor a bendecir a la gente. Vendrá también Nuestra Señora del Rosario y Nuestra Señora de los Dolores también vendrá.
–¿Qué es lo que usted quiere que se haga con el dinero que el pueblo deja en Cova de Iria?
–Que hagan dos andas: una llévala tú con Jacinta y otras dos niñas, vestidas de blanco; la otra que la lleve Francisco con tres niños. El dinero de las andas es para la fiesta de Nuestra Señora del Rosario y lo que sobre es para la ayuda de una capilla que deben construir.
–Quería pedirle que cure a algunos enfermos.
–Sí, a algunos los curaré durante el año.
Y tomando un aspecto más triste:

–Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, que van muchas almas al infierno por no haber quién se sacrifique y pida por ellas.»

Lugar: Cova da Iria

Fecha: 13 de Junio de 1917

Personas presentes: 50 a 60 personas

«–¿Usted qué es lo que quiere de mí? – pregunté.
Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, que recéis el rosario y que aprendais a leer. Después diré lo que quiero.
Pedí la cura para un enfermo.
–Si se convierte, se curará durante el año.
–Quería pedirle que nos llevara al Cielo.
–Sí; a Jacinta y a Francisco me los llevaré en breve. Pero tú quedas aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer y amar. El quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. [A quien la abrace, promete la salvación; y serán queridas de Dios estas almas, como flores puestas por Mi adornando su Trono].
¿Quedo aquí solita? – pregunté, con pena.

No, hija. ¿Y tú sufres mucho? No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios.

Fue en el momento en el que dijo estas últimas palabras cuando abrió las manos y nos comunicó, por segunda vez, el reflejo de esa luz inmensa. En ella nos veíamos como sumergidos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de esa luz que se elevaba hacia el Cielo y yo en la que se esparcía sobre la tierra. Enfrente de la palma de la mano derecha de Nuestra Señora, estaba un corazón rodeado de espinas que parecían estar clavados. Comprendimos que era el Inmaculado Corazón de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, que quería reparación».

Lugar: Cova da Iria

Fecha: 13 de Septiembre de 1917

Personas presentes: entre 20.000-30.000

«–Continuad rezando el rosario a Nuestra Señora del Rosario, todos los días, para alcanzar el fin de la guerra. En octubre vendrá Nuestro Señor, Nuestra Señora de los Dolores, Nuestra Señora del Carmen y S. José con el Niño Jesús para bendecir al Mundo. Dios está contento con vuestros sacrificios, pero no quiere que durmáis con la cuerda; llevadla solo durante el día.
–Me han hecho muchas peticiones para que le pida muchas cosas: la cura de algunos enfermos, de un sordomudo.

–A algunos curaré, a otros no. En octubre haré el milagro para que todos crean.
[–El pueblo desea una capilla aquí.
–[De] la mitad del dinero que junten hasta hoy hagan dos andas y que sean donadas a Ntra. Señora del Rosario; la otra mitad que sea para la ayuda de la capilla.
Le ofrecí dos cartas y un frasco de colonia.

–Me dieron esto, si Usted lo quiere.
–Esto no es conveniente llevarlo al Cielo.]»

Lugar: Cova da Iria

Fecha: 13 de Mayo de 1917

«–¡No tengáis miedo! ¡Yo no os voy a hacer daño!
¿De dónde es usted? – le pregunté.
Soy del Cielo.
¿Y qué es lo que usted quiere de mí?
–Vengo a pediros que vengáis aquí, seis meses seguidos, el día 13 a esta misma hora. Después diré quién soy y lo que quiero. Después volveré aquí una séptima vez.

[–¿Usted me sabe decir si la guerra aún durará mucho tiempo o se acabará en breve?
–No te lo puedo decir aún, mientras no te diga también lo que quiero.]
–¿Y yo también voy a ir al Cielo?
–Sí, irás.
–¿Y Jacinta?
–También.
–¿Y Francisco?
–También, pero tiene que rezar muchos rosarios.
[...]
–¿Y Maria das Neves ya está en el Cielo?
–Sí, está.
–¿Y Amélia?
–Estará en el purgatorio hasta el fin del mundo.
[...]
–¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él os quiera enviar,

en acto de reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?
–¡Sí, queremos!
–Vais, pues, a tener que sufrir mucho, pero la gracia de Dios será vuestro consuelo.


Fue al pronunciar estas últimas palabras (la gracia de Dios, etc.) cuando abrió por primera vez las manos, comunicándonos una luz tan intensa, que expedía de ellas como un gran reflejo, que penetrándonos en el pecho y en lo más íntimo del alma, nos hacía vernos a nosotros mismos en Dios, que era esa luz, más claramente de lo que nos vemos en el mejor de los espejos. Entonces por un impulso íntimo también comunicado, caímos de rodillas y repetíamos íntimamente:
–¡Oh Santísima Trinidad, yo te adoro. Dios mío, Dios mío, yo te amo en el Santísimo Sacramento!
Pasados los primeros momentos, Nuestra Señora agregó:
–Rezad el Rosario todos los días, para alcanzar la paz para el mundo y el fin de la guerra».

La Santísima Virgen, poniéndole en el hombro la mano y mostrando, al mismo tiempo, un corazón que tenía en la otra mano, rodeado de espinas.

Al mismo tiempo, dijo el Niño:
– Apiádate del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas, que los hombres ingratos en todos los momentos le clavan sin que nadie haga un acto de reparación para quitarlas.

En seguida dijo la Santísima Virgen:

–Mira, hija mía, mi Corazón rodeado de espinas, que los hombres ingratos en todos los momentos me clavan, con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que todos aquellos que durante cinco meses, el primer sábado, se confiesen, reciban la sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan 15 minutos de compañía, meditando en los 15 misterios del Rosario con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte, con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas.

Lugar: Cova da Iria

Fecha: 13 de Julio de 1917

Personas presentes: entre 4.000-5.000 o 2.000-3.000

«–¿Usted que es lo que quiere de mí?
–Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, que se continúe rezando el rosario todos los días, en honor de Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra, porque solo Ella os puede ayudar.
–Quería pedirle que nos dijera quién es, y que haga un milagro para que todos crean que usted se nos aparece.

–Continuad viniendo aquí todos los meses. En octubre diré quién soy, lo qué quiero, y haré un milagro que todos podrán ver, para creer.
[–Tengo aquí una petición para que Usted convierta a una mujer de Pedrógão y una de Fátima y mejore a un niño de Moita.

Ella dijo que las convertía y mejoraba en un año.]
–Santificaos por los pecadores y decid muchas veces y en especial cuando hagáis algún sacrificio: "Oh Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María".
Al decir estas últimas palabras, abrió de nuevo las manos, como en los dos meses anteriores.


El reflejo pareció penetrar en la tierra y vimos como un gran mar de fuego. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana, que fluctuaban en el incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas salían junto con nubes de humo, cayendo por todos los lados, semejante al caer de las chispas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre giros y gemidos de dolor y desesperanza que horrorizaba y hacía estremecer de pavor (debió ser al enfrentarme con esta imagen que di ese grito “¡Ay!” que dicen haberme oído). Los demonios se distinguían por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como carbones negros en la brasa. Asustados y como pidiendo socorro, levantamos la vista hacia Nuestra Señora, que nos dijo con bondad y tristeza:
–Visteis el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os diga, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar. Pero, si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo de sus crímenes, por medio de la guerra, de hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre.
Para impedirla vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora en los primeros sábados. Si atienden mis peticiones, Rusia se convertirá y tendrán paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas. Al fin, Mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe.
(Después de las dos partes que ya expuse, vimos en el lado izquierdo de Nuestra Señora, un poco más alto, un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; al brillar, despedía llamas que parecían que iban a incendiar al mundo; pero se apagaban con el contacto del brillo que de la mano derecha expedía Nuestra Señora a su encuentro: el Ángel apuntando con la mano derecha hacia la tierra, con voz fuerte dijo: "¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!" Y vimos, en una luz inmensa que es Dios -algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan por delante-, un obispo vestido de Blanco; tuvimos el presentimiento de que era el Santo Padre. Varios obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subían una escabrosa montaña, en lo alto de la cual estaba una gran Cruz de troncos toscos -como si fueran de corcho, con su corteza-; el Santo Padre, antes de llegar ahí, atravesó una gran ciudad medio en ruinas, y medio tambaleante, con andar vacilante, desconsolado de dolor y pena, iba orando por las almas de los cadáveres que se encontraba por el camino; llegando a lo alto del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz, fue asesinado por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros y flechas, y así mismo fueron muriendo unos tras otros los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y varias personas seglares, caballeros y señoras de varias clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz estaban dos ángeles cada uno con una regadera de cristal en la mano, en ellas recogían la sangre de los mártires y con ella regaban las almas que se aproximaban a Dios).


- Esto no se lo digáis a nadie. A Francisco, sí, podéis decírselo.
Cuando recéis el rosario, decid después de cada misterio: "Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas".
Se siguió un instante de silencio y pregunté:

–¿Usted no quiere nada más de mí?
–No. Hoy no quiero nada más».

Lugar: Cova da Iria

Fecha: 13 de Octubre de 1917

Personas presentes: entre 50.000-70.000

«–¿Qué es lo que Usted quiere de mí?
–Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honor, que soy la Virgen del Rosario, que continúen siempre rezando el Rosario todos los días. La guerra va a acabar y los militares volverán en breve para sus casas.
–Yo tenía muchas cosas para pedirle: si curaba a unos enfermos y si convertía a unos pecadores, etc.
–A unos sí, a otros no. Es necesario que se enmienden, que pidan perdón por sus pecados.
Y tomando un aspecto más triste:
–¡No ofendan más a Nuestro Señor que ya está muy ofendido! (Si el pueblo se enmienda, acabará la guerra y, si no se enmienda, acabará el mundo.)
[–¿Aún me quiere alguna cosa más?
–Ya no quiero nada más.]
Y, abriendo las manos, las hizo reflejar en el Sol. Y mientras se elevaba, continuaba el reflejo de su propia luz proyectando en el Sol.
[...]
Desaparecida Nuestra Señora en la inmensa distancia del firmamento, vimos, al lado del sol, a S. José con el Niño y Nuestra Señora vestida de blanco, con un manto azul. San José con el Niño parecían bendecir al mundo, los gestos que hacían con la mano eran en forma de cruz (Bendiciendo). Poco después, desvanecida esta aparición, vi a Nuestro Señor y a Nuestra Señora -que me hacía pensar que se trataba de Nuestra Señora de los Dolores-. Nuestro Señor parecía bendecir al mundo de la misma manera que San José. Se desvaneció esta aparición y me pareció ver aún a Nuestra Señora en la forma de Nuestra Señora del Carmen».

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