En este capítulo de «Para qué tanta prisa», mientras nuestras protagonistas toman un café en la ciudad de Roma, Marta no deja de pensar en todas las críticas y dificultades que va a sufrir si responde a una hipotética vocación que «claramente ella no tiene». Su amiga María la pide no adelantarse a los acontecimientos y no preocuparse tanto por «el qué dirán».
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Gracias a la generosidad de nuestros bienhechores, hemos podido seguir hasta ahora. Pero las exigencias van siempre en aumento y con frecuencia surgen gastos imprevistos, como reparaciones, adquisición de nuevas máquinas, etc.
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