Nikola Djukic: La gracia de ser un exdrogadicto

 

 

 

 

 

 

 Nikola Djukic ha dado su testimonio de conversión en el programa Cambio de Agujas de la Fundación EUK Mamie – HM Televisión. Puedes ver su testimonio aquí:

 

 

Y puedes reflexionar aquí sobre temas tan importantes como el sentido de la vida, la verdadera libertad, el origen de vicios tan destructivos como la droga… con la ayuda de este texto con cuestionario que hemos preparado para ti.

Nikola Djukic es natural de Serbia. En su hogar no le faltaba de nada. No es la suya la clásica historia de un drogadicto hijo de padres alcohólicos o nacido en un hogar desestructurado. Si hubo un problema en su infancia fue el excesivo permisivismo de los abuelos, con los que pasaba la mayor parte del tiempo. Muy joven, con trece o catorce años, amparado en esa gran libertad de la que disfrutaba, comenzó a frecuentar los ambientes nocturnos, las fiestas y las discotecas. Era un niño – con todas sus inseguridades y sus miedos - jugando a ser mayor, y tenía que demostrar que era un “tío duro”. El alcohol y los porros le ayudaron a comportarse con esa seguridad que no tenía, como si fuera ya todo un hombre. Él mismo explica las consecuencias de esa forma de comportarse: “Y luego, ¿qué pasó? Que la droga es una mentira. Y todo eso que te parece (que consigues es) todo lo contrario. Porque a mí, en ese momento, me parecía que yo volaba. Pero no (volaba), yo caía hasta el fondo”. “La droga es una mentira, es un demonio que te está tomando el pelo… ¡Pero mucho! Tú te crees que eres libre, pero te conviertes poco a poco en un esclavo. Por ejemplo, yo al comienzo necesitaba diez euros para un fin de semana. Con eso era perfecto para pasármelo bien. Luego, después de unos ocho o diez años, llegó un momento en que yo necesitaba ciento cincuenta euros diarios… ¡Diarios!”

“Cuando empecé a entender que yo no podía vivir sin la droga, yo intenté salir, pero eso ya no era tan fácil. Y mis padres querían ayudarme también, pero – como he dicho antes - cuando se entra (en esto de la droga) es como un demonio. Un demonio que hoy creo que tiene un lugar muy especial abajo -Satán-, porque está llevando muchísimas almas. Sí, creo que tiene un lugar muy especial ahí abajo (este demonio)”.

Nikola luchó mucho con sus propias fuerzas tratando de escapar de ese terrible esclavitud: “Yo intenté salir de la droga una vez, dos, tres, cuatro… ¡diez veces! Y siempre lo intentaba por mis propias fuerzas. Me decía: Vale, ahora empiezo a buscar un trabajo, dejo la droga… Sí, estaba bien dos meses, tres meses… Luego volvía a caer”. Su triste experiencia, su camino hasta el fondo de la desesperación, le han permitido descubrir – años después – la clave por la que él, y tantos otros jóvenes no consiguen salir del infierno de la droga, ni aún queriendo realmente salir: “Hoy tengo muy claro por qué recaía una y otra vez: porque la droga no es el problema. La droga es el resultado de problemas que llevas dentro. Entonces, no se trata de quitarte de la droga, se trata de resolver esos problemas que llevas dentro. Cuando se deja la heroína, la cocaína, o algún tipo de droga, en tu alma y en tu corazón queda un vacío, un vacío tremendo que tú tienes que llenar con algo. Y empiezas a llenarlo con cosas del mundo, para decirlo de alguna manera: con deporte, con trabajo… Pero son cosas que pasan. Lo único que te puede salvar es que lo llenes con una droga más fuerte, (es que lo llenes) con algo que no pasa. Yo creo que después de muchos años, he conocido una droga más fuerte que la heroína y la cocaína, he conocido a Jesús. Es la única cosa que te puede sanar, que puede llenar ese vacío. Porque un drogadicto no es un enfermo. Un drogadicto es solo un estado del alma, un estado del espíritu, un vacío que un chico o una chica, una persona joven, lleva dentro. Un vacío que no se puede llenar… Yo (digo esto) con todo mi respeto para todos los psiquiatras y psicólogos, pero yo he visitado muchos y les he tomado mucho el pelo. Sabía muy bien lo que tenía que decir para que me recetaran las pastillas que me gustaban”.

El camino de salida de ese oscurísimo pozo comenzó a llegar, precisamente, cuando las cosas se pusieron más feas. Sus padres, agotados por la situación de años de angustia, le echaron de casa. Nikola es consciente de lo mucho que sufrieron sus padres al tener que tomar ese decisión: “Llegó un momento en el que mis padres ya no pudieron más, ¡gracias a Dios! Mi padre tiene un carácter fuerte, y llega un momento en el que (…) me echó fuera de casa. (…) Soy hijo único y, es verdad que suena un poco duro, pero eso fue lo que me salvó la vida: que por primera vez en mi vida me encuentro solo, que mi familia no me quiere porque ya la he engañado diez veces, y (soy) un sufrimiento muy grande dentro de mi familia. Por otra parte, amigos que a mí me parecía que eran mis amigos, habían desaparecido”.

Nikola se encontró solo, tremendamente solo. Necesitado de ciento cincuenta euros al día para drogarse. Haciendo “de todo” para conseguir ese dinero. Sin ganas de vivir, sin valor para quitarse la vida, buscado por la policía, buscado por acreedores... En esta situación desesperada, un conocido le habla de la Comunidad El Cenáculo, en Medjugorje. La verdad es que esa persona no le explicó mucho lo que era la comunidad. Simplemente le dijo: “Un poco rezas y un poco trabajas, y lo más importante de todo es que es gratis”. “Eso para mí era lo más importante. Medjugorje estaba a quinientos kilómetros de mi ciudad(…). Yo lo he visto como un lugar perfecto para esconderme un tiempo, y (dejar) que las cosas se calmaran un poco”.
Nikola antes de conversion
Cuando llegó a Medjugorje, dos o tres días más tarde, se enteró de muchas cosas. Se enteró de que la Virgen se estaba apareciendo en Medjugorje. Y se enteró finalmente de lo que era la Comunidad del Cenáculo. Porque la Comunidad el Cenáculo no es simplemente un refugio para desesperados, es una oportunidad para muchos hombres y mujeres que luchan por encontrar el sentido de su vida y la libertad verdadera. Y lo hacen a través de un estilo de vida simple, familiar, que hace descubrir de nuevo los dones del trabajo, de la amistad y de la Fe en la Palabra de Dios, encarnada en Jesús, el cual murió y resucitó por nosotros.

Pero el caso es que a Nikola, comienzan a explicarle lo que es el Cenáculo: “(Yo descubrí) que mi amigo no me lo había explicado muy bien”. Nuestro joven fugitivo descubre: “Que en la comunidad no se fuma, no se bebe, no hay alcohol, no hay televisión, no hay radio, no hay teléfono, no hay periódicos, no puedes salir cuando quieres, no puedes llamar a tu casa cuando quieres, no hay chicas…  (Yo dije) ¿Pero qué hay? ¡Vamos, no hay nada! Y él me dice: Mira, está la Virgen”.

A Nikola, los jóvenes del Cenáculo le parecieron unos locos. Nunca había recibido ningún tipo de formación religiosa, y eso contribuía a su desconcierto. Se confirmó en su decisión de pasar algunas semanas allí, mientras las cosas se serenaban en su ciudad, y luego marcharse.

Otra dificultad fue aceptar la figura del “ángel de la guarda”, una especie de “guía” que acompaña al recién llegado las veinticuatro horas del día. Su ángel le comunicó, ya la primera jornada que pasaron juntos, que al día siguiente se levantarían a las seis de la mañana para rezar. A Nikola no le pareció una buena idea: “Yo le dije: Mira eso de rezar y eso, a mí no me interesa. No quiero convertirme en un sacerdote. Eso de rezar, a las seis de la mañana, ahí de rodillas… No lo voy a hacer. Y me han respondido: No hay problema. A las seis de la mañana, cuando todo el mundo se vaya a rezar, tú te vas con tu ángel de la guarda a trabajar”. Parecía una buena solución, pero a las seis de la mañana, todavía de noche, hacía tanto frío, que Nikola pensó que en la capilla estaría mejor, al lado de la calefacción: “Después de diez minutos con ese viento frío que se te metía en los huesos, me puse a mirar dentro de la capilla, a través de los cristales, y veo que dentro están calentitos. Y yo, después de quince minutos, digo: “Tío, mejor nos vamos rezar”. Porque hacía frío. Él sonrió y me dijo: “Vamos”. Entramos en la capilla y para mí fue un shock. Te lo puedes imaginar… Yo ni una sola vez en mi vida había escuchado una oración. No sabía nada. Entonces, entro en una capilla donde veo a ochenta chicos arrodillados delante de un disco blanco.  Unos dicen: “Ave María…” y otros, “Santa María…” Y yo digo: “¡Madre mía, dónde estoy! Estos son todos unos chiflados. Aquí están todos locos”.

Pero al cabo de unos días, Nikola comienza a “razonar”: “Sí, estos chicos están locos, pero una cosa que yo no puedo negar es que estos chicos tienen una luz en los ojos. (…) Porque yo estaba acostumbrado a vivir con gente que cuando te habla, no te mira a los ojos. Con gente que tenía oscuridad en los ojos. Pero esto era una cosa distinta. Entonces yo empecé a decirme: Sí, ellos están locos, pero son felices. Y yo quiero ser feliz, quiero sonreír, quiero tener una risa sana. (…) Y luego, poco a poco, empiezo a enamorarme de la vida de comunidad. Yo creo que el don más grande que Dios me hizo fue permitirme vivir una libertad verdadera”.

Se entiende así que Nikola diga absolutamente convencido: “Yo he recibido esta gracia: soy un exdrogNikola con su familiaadicto. Yo digo esa gracia y digo que gracias a Dios fui un drogadicto, porque a través de esa cruz, Dios me ha permitido conocerlo”. 

Y no solo Nikola pudo conocer al Señor, allí en Medjugorje conoció también a la que hoy es su mujer, con la que inició una relación totalmente guiada por el Señor, una relación profunda, en la que el único medio de comunicación eran las cartas que se escribían una vez al mes, siempre con un traductor por medio, claro. “A día de hoy yo creo que estamos acostumbrados a un contacto físico, a conocer a una persona por fuera. Y muchas veces no llegamos a conocer a una persona por dentro. Yo creo que es mucho más fuerte conocer primero a una persona por dentro. Nunca hemos tenido relaciones íntimas. Es la verdad, y para mí eso fue un don muy grande. Porque empecé a conocerla primero por dentro, y luego, cuando nos hemos visto, cuando nos hemos empezado a conocer por fuera… Era una cosa maravillosa, porque ya nos conocíamos. Porque hoy en día, muchas veces los jóvenes -como he dicho-, muchas veces no llegan a conocer a las persona por dentro. Por eso yo creo que estamos sufriendo esas crisis de familias jóvenes, por eso está habiendo tantos  divorcios, porque no estamos acostumbrado a sufrir. No estamos  acostumbrados a amar. Porque, ¿qué quiere decir amar exactamente? Sacrificio. Y eso, muchas veces, no apetece”.

Cuando se le invita a dar un consejo a los que vean y escuchen su testimonio, responde: “Es un poco difícil. La verdad es que no me siento con la autoridad para dar consejos a nadie. Pero lo que es seguro, es que el Señor ama, y a cada uno le da una oportunidad”. Y hablando sobre la educación en la fe de sus hijos, afirma: “Yo me doy cuenta lo difícil que es hoy educar hijos. (…) Pero poco a poco tengo que trasmitir esa fe a ellos. Tengo que testimoniar, pero con mi vida, con obras de misericordia, con un cariño, con una cosa que luego mis hijos ven. Porque yo creo que los jóvenes de hoy no escuchan… Eso siempre lo decía Madre Elvira: No escuchan con las orejas, con los oídos… pero escuchan con los ojos”.

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