10 minutos con Jesús: Di la verdad aunque te acarree la muerte
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«Dame, Jesús, un corazón de mártir».
«Dame, Jesús, un corazón de mártir».
Nació en Alicante, pero siendo muy niño, su familia se trasladó a Lleida. Con solo 15 años quedó huérfano, por lo que tuvo grandes dificultades para poder terminar sus estudios. Dedicaba mucho tiempo a sus actividades apostólicas en el “Movimiento de Jóvenes Cristianos de Cataluña”. En este tiempo empezó su noviazgo con María Pelegrí y pronto formalizaron su compromiso matrimonial. Durante la Guerra Civil española, ingresó en el ejército de la República pero sin esconder su condición de cristiano comprometido, lo cual le valió ser encarcelado y, posteriormente, la muerte. Murió fusilado, a los 22 años, cantando y perdonando a sus verdugos.
«Cuando reina tu amor Señor todo es diferente.»
«El reino de Dios exige olvidarnos de nosotros mismos».
Nació en Aquitania el año 1581. Cursados los correspondientes estudios, fue ordenado sacerdote y ejerció de párroco en París. Fundó la Congregación de la Misión, destinada a la formación del clero y al servicio de los pobres, y también, con la ayuda de santa Luisa de Marillac, la Congregación de Hijas de la Caridad. Murió en París el año 1660.
«Obediencia fiel a la voluntad del Padre».
Una tradición muy antigua atestigua la existencia de su sepulcro en Ciro (Siria), donde se erigió asimismo una basílica en su honor. Desde allí, su culto pasó a Roma y, más tarde, se propagó por toda la Iglesia.
Discípulo del Señor, a quien, con el otro compañero itinerante, ardía el corazón cuando Cristo, en la tarde de Pascua, se les apareció en el camino explicándoles las Escrituras, y después, en la casa de Cleofás, en Emaús, conocieron al Salvador en la fracción del pan.
«Si nos dejamos tocar por Dios veremos con claridad».
A comienzos del siglo XIII, numerosos cristianos cayeron prisioneros de los sarracenos con peligro de perder su fe. La santísima Virgen María, apareciéndose a san Pedro Nolasco, a san Raimundo de Peñafort y al rey Jaime I de Aragón, les dijo que sería de sumo agrado suyo y de su Hijo la institución de una Orden religiosa en su honor con el fin de liberar a los caídos en poder de los infieles. Así, fundaron la Orden de los cautivos, los miembros de la cual se obligaron con voto a permanecer en poder de los infieles, si ello fuese necesario para la liberación de los cristianos.
Gracias a la generosidad de nuestros bienhechores, hemos podido seguir hasta ahora. Pero las exigencias van siempre en aumento y con frecuencia surgen gastos imprevistos, como reparaciones, adquisición de nuevas máquinas, etc.
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