10 minutos con Jesús: Con todas mis fuerzas
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«Ayúdame, Jesús, a amarte más».
«Ayúdame, Jesús, a amarte más».
Abelardo de Armas nos muestra en esta meditación, que Jesús nos enseña, a través de su actitud en el huerto de los olivos, como tenemos que vivir con un espíritu de oración en todo momento. Cumplir la voluntad del Padre, orar en la tribulación. Jamás estamos solos, pues Él nos sostiene en nuestra debilidad.
«Enséñanos a confiar en ti, Señor».
Nacido en Gran Bretaña hacia el 385, muy joven fue llevado cautivo a Irlanda, y obligado a guardar ovejas. Recobrada la libertad, abrazó el estado clerical y fue consagrado obispo de Irlanda, desplegando extraordinarias dotes de evangelizador, y convirtiendo a la fe a numerosas gentes, entre las que organizó la Iglesia. Murió el año 461, en Down, llamado en su honor Downpatrik (Irlanda).
«Jesús, nunca me dejes solo, ni de noche ¡Ni de broma!».
En esta meditación, Abelardo de Armas nos hace reflexionar sobre la pregunta que Jesús hizo a los que le iban a prender para matarlo: «¿a quién buscáis?». También nos la hace a nosotros cuando nos ve afanados en cosas caducas, que por acabarse no pueden saciar nuestro corazón, creado para amar y dejarse amar por Dios y para Dios, tanto en Él como en los prójimos que nos rodean.
Nació en Worms, en el Palatinado del Rin. Sus padres, nobles, se preocuparon por la formación humanística y filosófica del hijo, pero el joven se inclinó por el estudio de la teología y finalmente fue ordenado sacerdote, siendo más tarde arzobispo de Colonia. Según la costumbre de aquel tiempo, ocupó cargos civiles. Su sencillez, su bondad, su don de profundizar los hechos, de un modo simple, presentando la verdad Divina, ganaron el corazón de la gente de su diócesis, donde ejerció una gran caridad con los pobres. Murió santamente el 16 de marzo del año 1041.
«Solo entrará en el Reino el que lo deje todo por Dios».
En esta meditación, Abelardo de Armas resalta la tristeza que había en Getsemaní: la tristeza de los apóstoles, una tristeza de débiles, una tristeza con la que no se lucha; también la tristeza de Jesús, en la que experimenta lo estéril de su sacrificio para los que se pierden. Ha comenzado su agonía en Getsemaní y está totalmente solo, ¿quieres acompañarle?
«Quien no conoce a Dios no conoce el Amor».
Gracias a la generosidad de nuestros bienhechores, hemos podido seguir hasta ahora. Pero las exigencias van siempre en aumento y con frecuencia surgen gastos imprevistos, como reparaciones, adquisición de nuevas máquinas, etc.
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