testigos de la esperanza 1

«Testigos de la esperanza, testigos del dolor» es un programa que, desde la cruz que abrazamos en este mundo —en el que estamos solo de paso—, nos enseñará a levantar los ojos al Cielo. En cada «Testigo de la Esperanza» personas muy distintas compartirán con nosotros su fe en el Señor y la confianza que creció en el dolor. Todos repiten como San Pablo: «Yo sé bien de quién me he fiado».

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El P. Enock Leopold, de Tanzania, nos cuenta su testimonio de fe en medio del sufrimiento. Su padre murió cuando él todavía estaba estudiando. Tuvo que dejar de estudiar para ponerse a trabajar y ayudar a su familia y tratar de conseguir dinero para retomar los estudios. Diez años después de la muerte de su padre, su madre cayó gravemente enferma. Él sabía que Dios le estaba llamando al sacerdocio y se encontró ante una decisión muy difícil, pues quería cuidar de su madre, pero fue su misma madre la que le pidió que respondiera a la llamada de Dios. Gracias a la fe de su madre, el P. Enock siguió sus estudios sacerdotales. Las últimas palabras de su madre fueron: «El sacerdocio es una vocación para ti y una vida. Cuida mucho tu sacerdocio».

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Testigos de la esperanza: Reyes Sánchez

Reyes Sánchez vivió una de las experiencias más dolorosas que una madre puede sufrir. Su hijo Juan, a los 19 años, murió acuchillado en medio de una brutal pelea una noche de la Feria de Abril de Sevilla. Había acudido al lugar de los hechos, alarmado por los gritos y los golpes, para defender a un amigo. Antes de comenzar el juicio, Reyes ya había escrito al asesino de su hijo para ofrecerle su perdón. Diez años después, se mantiene en contacto con él por una única razón: ayudarle a encontrar al Señor.

Testigos de la esperanza: Carmina Coloma y Macarena (Maki)

Con tan solo tres años, la pequeña Maki —como llaman en casa a Macarena Márquez— comenzó a sufrir terribles convulsiones. Eran los primeros síntomas de la Encefalitis de Rasmussen, una enfermedad gravísima que le estaba destrozando el hemisferio cerebral derecho. Ella y su madre, Carmina Coloma, nos cuentan cómo vivieron esos durísimos meses en los que Maki sufrió seis operaciones en su cerebro. En la última intervención, que duró doce horas y media, tuvieron que extirparle todo el hemisferio dañado. Nadie sabía cómo iba a despertar de la anestesia, pero Maki se despertó como siempre, con su dulce sonrisa en los labios y respondiendo con coherencia a las preguntas. Los médicos habían avisado que pasaría muchos años en silla de ruedas antes de poder caminar sola. Pero la oración de toda la familia ante la Gruta de Lourdes, a los tres meses de la operación, consiguió dos milagros: que Maki volviera a casa andando y que Carmina experimentara por primera vez el amor de Madre de la Virgen María.

Testigos de la esperanza: Tatiana Smon

Tatiana Smon estaba casada con Facundo E. Delpierre, hombre de una fe profunda que, tras su conversión, se había convertido en un apóstol de los jóvenes. En 2018 tenía tres hijos varones y esperaba llena de gozo el nacimiento de su primera niña. En el cuarto mes de embarazo los médicos advirtieron que el bebé tenía síndrome de Down (trisomía 21), pero Tatiana y Facundo rechazaron tajantes la opción del aborto. Semanas después, en el mes de agosto, Facundo falleció repentinamente a causa de una agresiva parada cardiorrespiratoria. Tatiana respondió a esta dura prueba poniendo toda su confianza en el Señor y toda su esperanza en el Cielo. En diciembre de 2018 nació María José que, en palabras de Tatiana, es «un gran regalo de Dios». La sonrisa de Tatiana es un hermoso testimonio de su abandono en la voluntad de Dios.

Testigos de la esperanza: Pablo Ferrer y Amalia Seser

Pablo Ferrer y Amalia Seser estaban a tres semanas de su boda cuando, en una revisión periódica, detectan una anomalía en el corazón de Pablo. Un año después de su matrimonio, Pablo es operado de un tumor benigno en el corazón. Todo se complica y Pablo entra en estado de coma. Una enfermera ofrece a Amalia la luz para vivir ese momento: «el cuerpo de Pablo está mal, pero tiene un alma y tú tienes que alimentar ese alma». Amalia comprende que por el sacramento del matrimonio, que les ha hecho «una sola carne», al comulgar y orar, puede alimentar el alma de su esposo. Inesperadamente, Pablo sale del estado de coma.

Testigos de la esperanza: Inmaculada Vidal y Juan Bautista Hernández

Inmaculada y Juan esperaban su tercera hija cuando recibieron una trágica noticia: la pequeña María tenía anencefalia, una malformación congénita incompatible con la vida. Los médicos aconsejaron reiteradamente el aborto, pero ellos sabían que el aborto no era solución, al revés, que el mayor sufrimiento comenzaría con el aborto. Inmaculada y Juan decidieron cuidar y amar a su hija hasta el momento en que el Señor se la quisiera llevar. Ahora recuerdan el nacimiento de María como uno de los momentos más llenos de amor de su vida y tienen la certeza de haber cumplido con ella su misión como padres.

Testigos de la esperanza: Yolanda del Real

Belén Langdon tenía solo 17 años cuando, en 2012, fue aplastada por una avalancha humana durante un concierto realizado en el Madrid Arena, en la capital de España. Su madre, Yolanda del Real, solo podía rezar: «Dios mío, si Tú quieres puedes curarla». La ayuda de la Virgen María fue crucial en esos momentos para que Yolanda pudiera aceptar la muerte de su hija. Esta madre nos recuerda que todo sufrimiento nos ayuda a santificarnos si lo unimos a Jesús, porque cada sufrimiento ofrecido nos ayuda a ser corredentores con Cristo.

Testigos de la esperanza: Amalia y Andrés

«Yo sé que el Señor hace milagros y esa era mi esperanza». Amalia G. Peláez y Andrés García sufrieron dos pruebas muy duras. Primero llegó la enfermedad de su hijo Mateo, que evolucionó hasta el punto de no quedar esperanza humana de que sobreviviera. Y poco después, en su cuarto embarazo, detectaron a Amalia un cáncer maligno con tendencia a metástasis que le dejaba una única opción: «o la madre, o el niño». Amalia y Andrés optaron por el amor a su hijo, rechazando las propuestas de aborto que constantemente les ofrecían. No fue gratis. Amalia sabía que la decisión se tomaba a costa de arriesgar su propia vida, retrasando la quimioterapia para lograr que su hijo naciera. Amalia y Andrés son testigos de que «para Dios nada es imposible». La Iglesia, la Eucaristía y la oración se convirtieron en sus columnas para abrazarse a la voluntad de Dios en medio del sufrimiento.

Testigos de la esperanza: Lilia Delgado

Lilia Delgado, a quien hace 8 años le diagnosticaron un cáncer de difícil pronóstico y ahora con metástasis, nos cuenta cómo esta enfermedad se ha convertido en un camino para alcanzar a Dios. Los sacramentos y la oración le ayudan a perseverar en el amor a Dios y a darle gracias en medio de las quimioterapias y radioterapias.

Junto a la cruz, vive con más generosidad su entrega. Su tercera hija, Jazmina, entró como postulante en las Siervas del Hogar de la Madre en 2015, después de haber recibido su ayuda y su bendición para responder a su vocación, y el 16 de abril de 2016, muere en un fuerte terremoto en la región de Manabí (Ecuador), junto a cuatro postulantes más y la Hna. Clare Crockett.
«Dios me escogió y le doy gracias por ello...». Así es la fe que une a Lilia y a Jazmina a Dios.

Testigos de la esperanza: Santiago Durán

El 22 de abril de 2007 fallecía Santi Durán, joven sacerdote de la diócesis de Getafe (España), a consecuencia de un cáncer de pulmón, ofreciendo sus sufrimientos con alegría y corazón sacerdotal. Su madre, Montaña, había pedido al Señor la gracia de enfermar ella a cambio de su hijo. El Señor le concedió la enfermedad, pero no la salud de su hijo. Murieron los dos con pocos meses de distancia. El padre de Santi Durán, Santiago Durán López, vivió estos dolorosos acontecimientos desde la fe: «Si esto nos lo marca el Señor, por algo será».

Último podcast

  • José María Sánchez y Lourdes Chillarón nos cuentan en este «Testigos de la esperanza» cómo actuó el poder del amor de Dios en sus vidas y en la vida de Lourdes, su tercera hija, que nació con Trisomía 18, y a la que solo daban unos pocos días de vida.
    Lucharon por la vida de su hija, rechazando el aborto y confiando en la Providencia de Dios. En la incertidumbre y el dolor confiaron en la intercesión de la Virgen María y peregrinaron hasta el Santuario de la Virgen en Lourdes pidiendo el milagro, pero Dios –que no se deja ganar en generosidad– les concedió algo mejor. Lourdes, la madre de la pequeña Lourdes, experimentó paz y un santo abandono en las manos de la Virgen María, su madre.
    José María, por su parte, buscó la intercesión de San José y su ayuda fue inmediata. Dios, en su infinita bondad, le regaló a Lourdes cincuenta y seis días de vida, que sus padres disfrutaron llenos de agradecimiento. Murió un 20 de marzo, un día después del día del padre, día de San José.

     

     

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