28 de mayo - 3 de junio de 2012
- Categoría: Noticiario semanal
Desde pequeños, nuestras madres nos han enseñado a llamar Madre a María. María es nuestra Madre del cielo. En la catequesis y en la predicación se vuelve constantemente sobre afirmaciones similares. Es más, el mismo Concilio Vaticano II enseña que María es la Madre de los miembros del cuerpo de Cristo, es decir, de la Iglesia. Por eso, el Papa Pablo VI pudo proclamarla, al final de este Concilio, Madre de la Iglesia. Lo acepto. No me cuesta aceptar el Magisterio de la Iglesia, pero me gustaría saber en qué se basa esa enseñanza y esa fe.
Siempre me ha costado entender la muerte de Cristo como un sacrificio. Recuerdo que de pequeño me dijeron que en la cruz el Padre castigaba a Jesús por nuestros pecados. ¿Cómo hay que entender la muerte de Jesús?
¿Por qué la Iglesia insiste tanto en la confesión de los pecados en el sacramento de la penitencia? ¿No cree que Dios no tiene necesidad y que, igual que sabe lo que nos conviene antes de que se lo pidamos, también sabe, y mejor que nosotros mismos, nuestros pecados? ¿No sería suficiente con una acusación genérica de los pecados, el reconocerse pecador y evitar así la vergüenza de decir a otra persona los pecados?
Gracias a la generosidad de nuestros bienhechores, hemos podido seguir hasta ahora. Pero las exigencias van siempre en aumento y con frecuencia surgen gastos imprevistos, como reparaciones, adquisición de nuevas máquinas, etc.
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