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"El sacerdote" te quiere ayudar a comprender la grandeza del ministerio que Dios ha confiado a algunos hombres que Él mismo ha elegido, para prolongar su misión en el mundo.
"El mismo Señor, para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo [...], entre ellos constituyó a algunos ministros, para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñar públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres" (Presbyterorum Ordinis, nº 2).

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En este programa de «El Sacerdote», el P. Ramón Martín, sacerdote diocesano de Valencia, culmina este bloque concretizando cómo hay que vivir el ministerio sacerdotal. Su respuesta es: «Mirar a Cristo». En cualquier misión o apostolado que el sacerdote tiene encargado, lo fundamental es que no quite los ojos de Cristo. El P. Ramón recuerda a los sacerdotes que las almas van buscando a Cristo, y por eso el sacerdote tiene que desaparecer y así poder transformarse totalmente en Cristo por el bien del pueblo santo de Dios. «Que Él sea el centro de nuestras vidas», y así se puede llevar a Cristo a las almas.

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Un don poco valorado

D. Luis F. Ochoa de Aranda, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), reflexiona en este primer programa de este bloque de «El sacerdote» acerca del don del sacerdocio y de los peligros que lo acechan actualmente. Considera que lo peor que le puede ocurrir a un sacerdote es que no proclame la conversión al mundo y que él mismo se convierta al mundo. El sacerdote no debe olvidar el mandato que ha recibido por medio de Jesucristo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16, 9-15). La conversión de los pecados, la confesión frecuente, la certeza de que existe el gozo eterno del Cielo, pero también la posibilidad de una condenación eterna, son algunos de los temas sobre los que el sacerdote no puede dejar de predicar.

Dios quiere hablar contigo

D. Santiago Carbonell, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), tiene clarísimo que, sin la oración, es incapaz de realizar nada que dé fruto durante el día. Por eso, apoyado en la vida de varios santos, que dan testimonio del poder de la oración, nos anima a no dejar nunca la oración diaria; incluso, cuando tengamos muchas cosas pendientes por hacer, en nuestra agenda tiene que estar en primer lugar ese tiempo dedicado a Dios. Porque ¿cómo vamos a tener tiempo para realizar las cosas de este mundo si no dedicamos ni un segundo a quien nos sostiene y da la fuerza para que podamos realizarlas?

Jesús nos confió a su madre

D. Santiago Carbonell, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), nos habla de la maternidad de María y su intercesión en nuestras vidas. Si una madre es capaz de hacer cualquier cosa por sus hijos, cuánto más será capaz de hacer la Virgen María por salvar nuestras almas. Pero su intercesión únicamente será válida si nos hacemos pequeños, humildes y nos dejamos ayudar.

¿Por qué necesito confesarme?

D. Santiago Carbonell —sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España)— nos recuerda que en el Reino de los Cielos solo pueden entrar los que no tienen ninguna mancha. Para eso, es necesario acudir, con frecuencia, al sacramento de la Confesión. Muchas personas se excusan diciendo que, como ni matan ni roban, no tienen ninguna necesidad de confesarse. Esto es un error. Todos, incluidos los sacerdotes, caemos en el pecado y necesitamos del sacramento de la Confesión para que Dios nos devuelva la gracia. Pero la Confesión nos da mucho más, nos da la fuerza para luchar contra el pecado.

Adorad solo a Dios

D. Santiago Carbonell, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), está muy preocupado por la desvalorización que sufre actualmente el sacramento de la Eucaristía. Lo más preocupante es ver esta actitud no únicamente por parte de los que se denominan ateos, sino que se da incluso entre los propios bautizados. Para un verdadero cristiano, esta forma de tratar al Santísimo, es inaceptable. Jesucristo, Dios y hombre verdadero, por amor a la humanidad se rebajó hasta el punto de quedarse en nuestros sagrarios, bajo la humilde apariencia de un trozo de pan, y nosotros se lo agradecemos dejándole solo. Es hora de abrir los ojos y dejar a un lado todos los ídolos que el mundo nos ofrece para adorar solamente a Dios.

Dejemos actuar a Dios

D. Santiago Carbonell, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), reflexiona sobre algunas de las más importantes misiones que el Señor ha confiado a sus sacerdotes. Entre estas, destaca la misión de enseñar a todas las naciones el Evangelio que nos fue predicado por Jesucristo durante su vida terrena; defender cada una de las almas que Él pone en su camino de las acechanzas del demonio, y recordar al hombre que, por el bautismo, Dios nos acoge como hijos suyos dándonos la posibilidad, ayudados por los sacramentos que la Iglesia nos proporciona, de estar un día delante de Él contemplando su rostro.

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