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"El sacerdote" te quiere ayudar a comprender la grandeza del ministerio que Dios ha confiado a algunos hombres que Él mismo ha elegido, para prolongar su misión en el mundo.
"El mismo Señor, para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo [...], entre ellos constituyó a algunos ministros, para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñar públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres" (Presbyterorum Ordinis, nº 2).

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En este programa Don Valentín profundiza en el misterio de amor que se encuentra en la vida del sacerdote. Nos enseña que el celibato no es una renuncia al amor, sino la apertura del corazón a un amor más grande, un amor divino. Por eso el que vive sólo de Dios vive una vida plena y de esponsalidad con Jesucristo que le impulsa a dar de este amor a todos los hombres.

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La intercesión de la Virgen María

Tras visitar diversos santuarios marianos (Fátima, Zaragoza, Lourdes, Medjurgoje, etc), D. Pablo Sanchis Cano, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), nos cuenta que ha recibido en cada uno de ellos una gracia de acercamiento a la Virgen, descubriendo que es Madre de Dios y Madre nuestra, y se preocupa por la salvación de todos los hombres. Ha aprendido también la importancia de la penitencia y, sobre todo, la urgencia de buscar siempre la voluntad de Dios, como nos enseña en las Bodas de Caná: «Haced lo que él os diga» (Jn 2,5).

Mi vida pertenece a Dios

Siempre ha costado entender la vida sacerdotal y, sobre todo, el celibato. Muchas voces han sostenido que este tipo de vida es una fuente de frustraciones para el sacerdote. Pero no es así. El sacerdote escoge libremente esta forma de vida para identificarse más con Jesucristo. D. Pablo Sanchis Cano, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), tiene clarísimo que él es solo de Dios y que es esa unión íntima con Él la que le permite estar disponible para las necesidades de los demás. Continuando su reflexión, D. Pablo ve necesario el uso de un distintivo sacerdotal que muestre visiblemente que el sacerdote es de Dios y que solo nos dará a Dios.

En la Eucaristía está todo

D. Pablo Sanchis Cano, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), señala que, aunque el sacerdote no tiene obligación de celebrar la Santa Misa diariamente, solo el domingo, debe recordar la palabra de Cristo, que dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Jn 6, 53). El sacerdote tiene esta posibilidad de comulgar a diario: ¿y no va a hacerlo? La Santa Misa nos ofrece la oportunidad de tener a Dios entre y en nosotros. No podemos prescindir de la Eucaristía como si fuera una cosa más en nuestro día.

Guarda un tiempo para la oración

Un sacerdote que no reza corre el peligro de perder su ministerio, no porque no tenga vocación, sino porque las cosas del mundo acabarán por atrapar su corazón para arrastrarlo lejos de la voz de Dios. Sabiendo esto, D. Pablo Sanchis Cano, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), guarda siempre al menos una hora al día para estar a solas con el Señor, expuesto en la custodia. Allí, en esa soledad con Dios, el alma encuentra la intimidad con su Creador, y este le muestra las cosas que aún debe purificar, aquellas otras contra las que debe luchar y reaviva el recuerdo de por qué vive, por qué está luchando, por qué es sacerdote y cuál es su meta final: glorificar a Dios con su vida y alcanzar la vida eterna.

El presbítero también es limitado

Es cierto que el presbítero debe estar sobre sí mismo más que un laico porque representa a Jesucristo y, por lo tanto, no puede comportarse ni expresarse de cualquier forma. Pero D. Pablo Sanchis Cano, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), subraya que es importante que el pueblo, y el mismo sacerdote, recuerden que el presbítero sigue siendo un ser humano, limitado, para el que las caídas y los fallos entran dentro del día a día. El problema no está en caer, sino en no levantarse, o aún peor, no luchar para evitar esa caída.

Dios siempre cumple sus promesas

D. Pablo Sanchis Cano, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), vio llegar el día tan esperado de su ordenación sacerdotal como el cumplimiento de la promesa que el Señor hizo de sostenerle. Aparentemente, todo sigue igual después de la ordenación. Pero la realidad es que no es así: el presbítero queda consagrado a Dios y, si es fiel a lo prometido ese día, el Señor realizará a través suyo obras que ni el mismo ministro puede imaginar.

  • D. Alberto Morante —sacerdote diocesano de Alcalá de Henares (Madrid, España)— fue ordenado presbítero el 18 de mayo de 2002. Nos cuenta cómo vivió el día de su ordenación, qué fue lo que más le impresionó de esa ceremonia en la que entró como diácono y salió como sacerdote. Recuerda a todos los seminaristas y matrimonios que el día en que reciben el sacramento del matrimonio y del orden sacerdotal, deben vivirlo intensamente, porque es el cimiento de todo lo que se va a construir después. «Yo caeré, yo me cansaré, pero Él no. Él permanece fiel».

     

     

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