El sacerdote

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"El sacerdote" te quiere ayudar a comprender la grandeza del ministerio que Dios ha confiado a algunos hombres que Él mismo ha elegido, para prolongar su misión en el mundo.
"El mismo Señor, para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo [...], entre ellos constituyó a algunos ministros, para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñar públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres" (Presbyterorum Ordinis, nº 2).

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«Llena este vacío»

No es necesario hacer cosas complicadas para escuchar a Dios. Él se sirve de cosas sencillas para hablarnos al corazón. Así le sucedió al P. Antonio Turú Rofes, mCR, superior general de la Sociedad Misionera de Cristo Rey. Un día como otro cualquiera, mientras desayunaba leyendo el periódico, como era su costumbre, vio el anuncio de una tanda de ejercicios espirituales cuya foto principal era el dibujo de un corazón. Debajo estaba escrito: «Llena este vacío». Esta frase le hizo reflexionar acerca de su vida, descubriendo que estaba vacía y que las cosas del mundo le vaciaban aún más. Después de estos ejercicios siguió discerniendo hasta descubrir que Dios le llamaba a cosas más grandes que las que el mundo le proponía: le llamaba a ser solo de Él.

Acudid a la Virgen María

Los cristianos tenemos el privilegio de tener dos madres: nuestra madre de la tierra y nuestra madre del Cielo, la Virgen María, que es Madre de Dios y Madre nuestra. ¿Cómo es posible que habiendo recibido este gran regalo nos olvidemos tanto de Ella? Dios, conociendo las necesidades del hombre, quiso poner a nuestro lado a su madre para tener un modelo de entrega total a Dios, una mujer que renunció a lo más grande que tenía, su Hijo, para que la humanidad entera fuese redimida. El P. José María Escudero, Misionero de Cristo Rey, considera imprescindible que el sacerdote acuda en oración a la Virgen María fundamentalmente por dos razones: en primer lugar, porque es su madre y, en segundo lugar, porque Ella quiere ayudarle para que desarrolle su ministerio sacerdotal unido firmemente a su Hijo Jesucristo.

Recordad quién está en la Eucaristía

El P. José María Escudero, mCR, Misionero de Cristo Rey, no puede comprender a los que no acuden diariamente al sacramento de la Eucaristía, porque, desde su experiencia personal, él ha comprobado que a través de este sacramento se fortalece para poder realizar las tareas del día. Es cierto que los laicos, debido al trabajo, a veces se ven imposibilitados de acudir diariamente a Misa, pero en un sacerdote es impensable que desperdicie este don, puesto que él es el único que puede realizar este gran milagro, y al cual Dios le ha confiado su custodia.

Mi tiempo en el seminario

El P. José María Escudero, Misionero de Cristo Rey, considera el tiempo que pasó en el seminario como un tiempo de gracia, donde a pesar de la confusión teológica de esa época, pudo recibir una buena formación sacerdotal, además de ir curtiendo su fe y su vocación sacerdotal de cara al futuro. Si el sacerdote no se forma, ¿cómo va a formar a otros? Para que el sacerdote pueda guiar a otros es necesario que aproveche bien el tiempo de formación y que, una vez ordenado, siga formándose para poder así enseñar a todos los que quieran conocer la fe cristiana.

Quería dedicarme al deporte

El P. José María Escudero hoy es Misionero de Cristo Rey, pero cuando terminó el Bachillerato, empezó a planear su vida en torno al deporte, pues esto era lo que en ese momento más le atraía. Sin embargo, después de un campamento en los Pirineos con el P. José María Alba, SJ, fundador de la Sociedad Misionera de Cristo Rey y de la Unión Seglar de San Antonio María Claret, sus planes cambiaron. Gracias a un ejemplo de caridad heroica del P. Alba, el Señor le mostró que quería que él viviese lo mismo que había contemplado. Por eso, dejándolo todo, entregó su vida al Señor.

Un regalo para la humanidad

El sacerdocio no fue instituido solo para beneficio de la Iglesia, sino para auxiliar las necesidades de toda la Humanidad. El P. José María Escudero, Misionero de Cristo Rey, personalmente, de entre todas las misiones encomendadas al sacerdote, destaca dos: ser otro Cristo y llevar cuantas más almas posibles a Dios. Para lo primero es necesario hacerse cada día más pequeño, para que el Señor pueda crecer en el alma del sacerdote y así ser vivo reflejo de Dios. Y para salvar almas, el P. José María, ve importantísima la unión con Dios, por medio de la oración y los sacramentos, para amar como Él ama.

No huyáis de su llamada

D. José Luis Aberasturi ‒sacerdote, filólogo, filósofo y teólogo‒ nos invita a reflexionar exhaustivamente, en este último programa, sobre las consecuencias que supondría para la Iglesia la desaparición del orden sacerdotal. Evidentemente, serían negativas. Pero, ¿los cristianos somos conscientes de que esto podría llegar a pasar? ¿Hacemos algo para remediarlo? La Iglesia necesita la entrega de jóvenes generosos, la oración intensa de los seglares por los sacerdotes y la fidelidad de los que ya son sacerdotes para que los jóvenes encuentren en ellos una referencia. Sin los sacerdotes, la Iglesia entera pierde el acceso a los sacramentos, que son los que limpian, alimentan y fortalecen nuestra vida espiritual, que es ‒finalmente‒ lo más importante.

Manteneos en vela

D. José Luis Aberasturi –sacerdote, filólogo, filósofo y teólogo– aconseja a los que han sentido la llamada de Dios a ser sacerdotes, que si no van a dar su vida totalmente a Cristo y van a vivir mediocremente, que mejor no den el paso. Para ser sacerdote hay que estar dispuesto a entregarlo todo, ser fiel a lo que promete delante de toda la Iglesia el día de su ordenación, luchar cada día contra las tentaciones que le rodean, … Para que pueda llevar esto a cabo necesita de la oración y la Eucaristía, fuente de vida para el alma, estar muy unido a la Virgen por medio del Rosario, quien le ayudará en sus batallas, y confesarse frecuentemente. Se exige tanto porque en sus manos tienen un tesoro muy grande que no puede ser confiado a cualquier persona. Recemos para que todos los sacerdotes sean fieles hasta el final de su vida.

Prometemos fidelidad a Dios

¿Cuál es la misión principal del sacerdote? D. José Luis Aberasturi –sacerdote, filólogo, filósofo y teólogo– considera que las dos cosas más importantes para el sacerdote deben ser identificarse completamente con Jesucristo, hasta el punto de que solo se le vea a Él, y trabajar sin descanso para que el mayor número de almas se salven. Si el sacerdote no tiene esto claro, hay algo que va mal. El sacerdote no se ordena para preocuparse y vivir para sí mismo, sino para dar su vida hasta desgastarla por amor a quien le llamó, Dios, del cual obtiene la fuerza necesaria para levantarse cada día.

¿Qué es el Triduo Pascual?

Con ocasión del tiempo cuaresmal que vivimos y la cercanía de la celebración del Triduo Pascual, D. José Luis Aberasturi –sacerdote, filólogo, filósofo y teólogo–, nos explica en este programa en qué consiste este tiempo litúrgico para ayudarnos a meditar en esta Semana Santa, con mayor profundidad, en el misterio más importante de la fe cristiana: la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que por nuestra salvación entregó hasta la última gota de su sangre. Si eres un verdadero cristiano no puedes dejar que la Semana Santa pase por tu vida como cualquier otra cosa, pues Dios se entregó por ti. ¿Cómo vas a vivirla este año?

Imitad solo a Jesucristo

D. José Luis Aberasturi –sacerdote, filólogo, filósofo y teólogo– reconoce que todo lo que ha realizado durante estos cuarenta y dos años de vida sacerdotal debe atribuirse nada más que a Dios. Desde que se consagró a Dios, su único deseo fue hacer su voluntad y, para eso, él ve esencial ser fiel al Evangelio. Jesucristo nos dejó claro en las Sagradas Escrituras lo que tenemos que vivir. Por eso, no podemos cambiar la Palabra de Dios a nuestro antojo para que se adecue a nuestras faltas morales, sino que nosotros somos los que debemos alejarnos del pecado y convertirnos a Dios.

¿Por qué necesitamos sacerdotes?

Debido a la disminución de vocaciones sacerdotales, existe el miedo a la desaparición del sacerdocio, y esta preocupación nos hace preguntarnos: ¿La Iglesia puede prescindir de los sacerdotes? D. Santiago Arellano, sacerdote de la «Hermandad de Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón», nos responde: «Sin sacerdotes no hay sacramentos». Solo el sacerdote puede consagrar y absolverte de tus pecados para que recuperes la gracia santificante. Son transmisores directos de la gracia de Dios, es Cristo quien actúa a través de ellos. Por esto, tenemos que rezar, insistentemente, para que aquellos que están destinados por Dios para este ministerio respondan por el bien de sus propias almas y de las almas que Dios quiere poner en sus manos.

Buscamos adherirnos a Cristo

D. Santiago Arellano, sacerdote de la «Hermandad de Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón», con este programa quiere clarificar que el celibato sacerdotal no es una opresión para el sacerdote, sino que el sacerdote elige vivir así. Ellos quieren ser solo y totalmente de Dios, y sobre todo, quieren ser otro Cristo. D. Santiago destaca que, guardando su corazón puro es como el Señor le transforma y engrandece para amar como Él amó. Para quien ve delante de Dios que tiene vocación sacerdotal, vivir célibe, aunque requiere, por supuesto, luchas espirituales, no es una carga, porque lo hace por un amor más grande, por amor a Dios, que le ha elegido.

Jesucristo se quedó por ti

Nos quejamos muchas veces de que nuestra vida es muy difícil y no tenemos fuerzas para continuar, pero pocas veces acudimos a la fuente de la vida. ¿Cuál es esa fuente? ¿Dónde se encuentra? D. Santiago Arellano, sacerdote de la «Hermandad de Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón», en este programa nos acerca a esa fuente: la Eucaristía. Dios se quedó en el Santísimo Sacramento por ti y desea darte la fuerza que necesitas. Pero, si no vas ni un minuto siquiera a adorarle ni te acercas al sacramento de la confesión para tener un alma digna de recibirle, ¿cómo quieres que Él te ayude?, por tanto, ¿a qué esperas para volver a Él?

Dios no quiere tu condenación

El sacramento de la confesión no es para satisfacer la curiosidad de los sacerdotes, ya que deben guardar el sigilo sacramental, que les obliga a guardar silencio de todo lo que escuchen. Este sacramento es para limpiar tu alma. D. Santiago Arellano, sacerdote de la «Hermandad de Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón», a través de este programa nos muestra, desde su propia experiencia, cómo Dios busca a la oveja perdida no para pegarla, sino para curarla y devolverla al redil del que se extravió. Dios se hizo hombre para morir en la cruz por ti, y así, pagar la deuda de tus pecados. Él espera tu conversión, ¿vas a rechazar su Misericordia?

Orar es una necesidad vital

D. Santiago Arellano, sacerdote de la «Hermandad de Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón», ha experimentado en su propia vida el desorden que produce para el alma no hacer oración. El alma se va alejando de Dios y acaba por vaciarse completamente. ¿Quieres conocer a Dios y saber qué es lo que está torcido en tu vida? Haz oración diariamente frente al Santísimo. Ahí encontrarás a un Dios cercano que siempre te escucha y quiere ayudarte a cambiar. Pero para cambiar, es necesario que tú también le escuches a Él.

Jesucristo nos mandó predicar

El sacerdote tiene como misión principal predicar el Evangelio. Por ello, el sacerdote debe dejar al margen de su predicación tanto sus gustos como sus opiniones personales. La palabra de Dios nos fue revelada por Él mismo de una forma concreta y así es como debe comunicarse a las almas, sin modificarla. D. Santiago Arellano —sacerdote de la «Hermandad de Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón»— anima a sacerdotes y fieles a ser verdaderos testigos de Jesucristo, sin máscaras, sin miedo al qué dirán ni a quedarnos solos. Tenemos que predicar la palabra de Dios con valentía.

El amor del Corazón de Jesús

D. Santiago Arellano, sacerdote de la «Hermandad de Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón», no deja de asombrarse de las gracias que Dios, a través del don sacerdotal, derrama sobre las almas. El Señor ha dejado sobre las manos limitadas del sacerdote la guía de su rebaño y la administración de los sacramentos para que las almas puedan santificarse. Ante esta importante misión, D. Santiago pide humildemente a todos los oyentes que recen por los sacerdotes para que no se despisten de su misión y se mantengan fieles a Dios hasta el final.

La fe eucarística de la Iglesia

Para D. Luis F. Ochoa de Aranda, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), celebrar y recibir la Eucaristía diariamente es algo esencial. Si el sacerdote quiere identificarse verdaderamente con Jesucristo, no puede prescindir de este Sacramento. Hoy muy poca gente sabe el misterio que se contiene en la Hostia consagrada: Dios mismo baja a su alcance para santificar sus almas, pero, están tan desorientados por el mundo, que no solo no acuden a este Sacramento sino que lo desprecian. Como cristianos no podemos quedarnos indiferentes ante esta situación. Tenemos que cumplir la misión que se nos ha encomendado de defender y dar a conocer este misterio.

Si no rezas, decreces

D. Luis F. Ochoa de Aranda, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), recuerda que todo el mundo necesita acudir al sacramento de la Confesión: sacerdotes, religiosas, adultos, jóvenes e incluso los niños. El Señor, conociendo esta necesidad, se encarnó y ofreció su vida en la Cruz para que nosotros tuviésemos vida. Y Él, a través de sus sacerdotes, perdona y derrama su gracia en los corazones que, arrepentidos de sus pecados, quieren serle fieles. No tenemos que sorprendernos de nuestros pecados, sino maravillarnos de la misericordia de Dios que nos da infinitas oportunidades para que podamos empezar de nuevo.

No desperdicies su misericordia

D. Luis F. Ochoa de Aranda, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), recuerda que todo el mundo necesita acudir al sacramento de la Confesión: sacerdotes, religiosas, adultos, jóvenes e incluso los niños. El Señor, conociendo esta necesidad, se encarnó y ofreció su vida en la Cruz para que nosotros tuviésemos vida. Y Él, a través de sus sacerdotes, perdona y derrama su gracia en los corazones que, arrepentidos de sus pecados, quieren serle fieles. No tenemos que sorprendernos de nuestros pecados, sino maravillarnos de la misericordia de Dios que nos da infinitas oportunidades para que podamos empezar de nuevo.

Necesitamos a la Virgen María

¿Quién mejor que María para enseñarnos cómo agradar a su Hijo? Nuestra Madre actúa siempre de forma sencilla, escondida y, sobre todo, siguiendo siempre la voluntad de Dios. D. Luis F. Ochoa de Aranda, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), nos invita a imitarla y meditar en el misterio de su maternidad para con nosotros. Jesús no nos dio a su madre de manera figurativa e imaginaria, sino que, una vez pronunciadas las palabras: «Ahí tienes a tu Madre», María pasó a ser nuestra madre de modo real. Por lo tanto, no despreciemos este regalo tan grande que nos hizo Dios.

Mi alma buscaba la Verdad

D. Luis F. Ochoa de Aranda, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), desde los dieciocho años había sacado a Dios de su vida para poder vivir como él quería. Una vez terminados los estudios universitarios, por temas de trabajo, siempre andaba viajando de un lugar a otro. Durante una estancia en México recibió la noticia de la muerte de su hermano. Fue un momento muy doloroso que le obligó a parar en seco y a hacer un exhaustivo examen de su vida. Este acontecimiento le hizo reavivar la necesidad de encontrar la verdad, el sentido último de la vida. Después de desechar todo lo que el mundo le proponía como verdad y que realmente no lo era, se encontró finalmente con la única Verdad: Jesucristo.

Los detalles de Dios

D. Luis F. Ochoa de Aranda, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), se rindió al Señor al darse cuenta de que si seguía negando darle su «sí» al Señor, nunca alcanzaría la verdadera felicidad. Al acabar sus estudios en la Facultad de Teología, le anunciaron que sería ordenado sacerdote el 13 de junio de 2015, una fecha con gran valor en su vida, ya que siete años antes, ese mismo día, había fallecido su padre. D. Luis vio en esto no una mera coincidencia, sino un regalo que el Señor le hacía para demostrarle que a Él no se le escapa nada, y que le ayudaría, con su gracia, a desempeñar el ministerio que estaba poniendo en sus pequeñas manos.

Un don poco valorado

D. Luis F. Ochoa de Aranda, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), reflexiona en este primer programa de este bloque de «El sacerdote» acerca del don del sacerdocio y de los peligros que lo acechan actualmente. Considera que lo peor que le puede ocurrir a un sacerdote es que no proclame la conversión al mundo y que él mismo se convierta al mundo. El sacerdote no debe olvidar el mandato que ha recibido por medio de Jesucristo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16, 9-15). La conversión de los pecados, la confesión frecuente, la certeza de que existe el gozo eterno del Cielo, pero también la posibilidad de una condenación eterna, son algunos de los temas sobre los que el sacerdote no puede dejar de predicar.

Dios quiere hablar contigo

D. Santiago Carbonell, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), tiene clarísimo que, sin la oración, es incapaz de realizar nada que dé fruto durante el día. Por eso, apoyado en la vida de varios santos, que dan testimonio del poder de la oración, nos anima a no dejar nunca la oración diaria; incluso, cuando tengamos muchas cosas pendientes por hacer, en nuestra agenda tiene que estar en primer lugar ese tiempo dedicado a Dios. Porque ¿cómo vamos a tener tiempo para realizar las cosas de este mundo si no dedicamos ni un segundo a quien nos sostiene y da la fuerza para que podamos realizarlas?

Jesús nos confió a su madre

D. Santiago Carbonell, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), nos habla de la maternidad de María y su intercesión en nuestras vidas. Si una madre es capaz de hacer cualquier cosa por sus hijos, cuánto más será capaz de hacer la Virgen María por salvar nuestras almas. Pero su intercesión únicamente será válida si nos hacemos pequeños, humildes y nos dejamos ayudar.

¿Por qué necesito confesarme?

D. Santiago Carbonell —sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España)— nos recuerda que en el Reino de los Cielos solo pueden entrar los que no tienen ninguna mancha. Para eso, es necesario acudir, con frecuencia, al sacramento de la Confesión. Muchas personas se excusan diciendo que, como ni matan ni roban, no tienen ninguna necesidad de confesarse. Esto es un error. Todos, incluidos los sacerdotes, caemos en el pecado y necesitamos del sacramento de la Confesión para que Dios nos devuelva la gracia. Pero la Confesión nos da mucho más, nos da la fuerza para luchar contra el pecado.

Adorad solo a Dios

D. Santiago Carbonell, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), está muy preocupado por la desvalorización que sufre actualmente el sacramento de la Eucaristía. Lo más preocupante es ver esta actitud no únicamente por parte de los que se denominan ateos, sino que se da incluso entre los propios bautizados. Para un verdadero cristiano, esta forma de tratar al Santísimo, es inaceptable. Jesucristo, Dios y hombre verdadero, por amor a la humanidad se rebajó hasta el punto de quedarse en nuestros sagrarios, bajo la humilde apariencia de un trozo de pan, y nosotros se lo agradecemos dejándole solo. Es hora de abrir los ojos y dejar a un lado todos los ídolos que el mundo nos ofrece para adorar solamente a Dios.

Dejemos actuar a Dios

D. Santiago Carbonell, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), reflexiona sobre algunas de las más importantes misiones que el Señor ha confiado a sus sacerdotes. Entre estas, destaca la misión de enseñar a todas las naciones el Evangelio que nos fue predicado por Jesucristo durante su vida terrena; defender cada una de las almas que Él pone en su camino de las acechanzas del demonio, y recordar al hombre que, por el bautismo, Dios nos acoge como hijos suyos dándonos la posibilidad, ayudados por los sacramentos que la Iglesia nos proporciona, de estar un día delante de Él contemplando su rostro.

Dejé de creer en Dios

D. Santiago Carbonell, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), recibió de niño los sacramentos del Bautismo, Comunión y Confirmación, pero él no era muy consciente del valor e importancia de lo que estaba realizando. Su débil fe no fue suficiente para defenderse de los argumentos del mundo, y estos le llevaron a caer en una gran confusión sobre la existencia de Dios. Después de varios años intentando alejarse de todo lo relacionado con Dios constató que, a pesar de tenerlo todo, había un gran vacío en su corazón que el mundo no conseguía llenar. Fue en este momento cuando Dios aprovechó para entrar de nuevo en su vida y colocar todo lo que él había desordenado.

El mérito no es nuestro

El sacerdote siempre corre el peligro de olvidarse de que su ministerio lo ha recibido de Dios y no debería gloriarse por lo que hace, sino glorificar a Dios constantemente por haber querido utilizar sus pobres manos para hacer llegar a todos los hombres su gracia. D. Santiago Carbonell, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), lo tiene muy presente. Sabe que las conversiones de las que ha sido testigo no han sido obra suya, sino solo de Dios y que, cada vez que pronuncia las palabras «Esto es mi Cuerpo» y «Esta es mi Sangre», Jesucristo mismo utiliza sus manos para hacerse presente bajo las especies de pan y vino. Esto es un misterio que solo se entiende si uno se pone las gafas de la fe porque, desde una visión meramente humana, es imposible de comprender.

El ministerio sacerdotal

Para cerrar este bloque de «El Sacerdote», D. Salvador Romero, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), tocará dos puntos importantes dentro del ministerio sacerdotal: el sacramento de la confesión y la oración del sacerdote. D. Salvador aclara que la confesión no es un acompañamiento psicológico de la persona, sino una sanación del alma que, arrepentida de sus pecados y con propósito de no volver a pecar, busca el perdón de Dios. Con respecto de la oración, todos los cristianos debemos tener fe en que nuestra oración es poderosa, pero el sacerdote debe creer esto con mayor fuerza, ya que él es Alter Christus y, a través de él, Jesucristo quiere derramar abundantes gracias en las almas de los fieles para fortalecerles en su lucha por alcanzar el Reino de los Cielos.

La Sagrada Eucaristía

¿Sabes cuál debe ser el centro de la vida cristiana? ¿Te han explicado quién se encuentra en la Sagrada Eucaristía? D. Salvador Romero, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), nos responde a estas dos preguntas ahondando en el misterio de la Santa Misa. Él nos anima a acudir a este sacramento no solo el domingo, para cumplir el precepto dominical, sino todos los días. Si te ofrecieran un tesoro, no dudarías en ir a por él, esté donde esté; pues con mayor razón, deberíamos acudir diariamente a la Santa Misa, donde Jesucristo se nos da entero, en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Este es el gran tesoro que el Señor ha querido dejarnos hasta que Cristo vuelva.

La oración es imprescindible

D. Salvador Romero, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), nos advierte de los diferentes peligros que corre nuestra vida espiritual si no guardamos un tiempo de nuestro día para la oración. Por medio de la oración, preferiblemente ante el Santísimo Sacramento expuesto, nuestra alma entra en comunicación con Dios y Él nos descubre los designios que tiene para nuestra vida. De este momento del día, junto con el sacramento de la Eucaristía que recibimos en la Santa Misa, los cristianos obtenemos la fuerza y la gracia necesarias para enfrentar el combate espiritual. Si lo descuidamos, nos arriesgamos a vaciarnos de Dios y, llenos solo de nosotros mismos, nos acabaremos alejando de Él.

La maternidad de María

D. Salvador Romero, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), atribuye a su madre su devoción a la Virgen María. Desde muy pequeño, su madre le animaba al rezo del rosario y a tener una relación cercana con María. Al inicio de su conversión, D. Salvador traerá a la memoria todas estas enseñanzas que recibió durante su infancia. El día en que decidió realizar la consagración a la Virgen María, temía si iba a ser capaz de ser fiel a su promesa, pero su madre le animó diciendo: «Tú hazlo, que Ella pondrá el resto». Y así fue. Desde ese día ha sentido muy cercana la presencia de María y su ayuda en los momentos más difíciles de su vocación.

 

Me salvó su misericordia

D. Salvador Romero, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), a pesar de haber recibido una educación cristiana por parte de su familia, ya a los quince años se desvió de su camino olvidándose completamente de todo lo aprendido. Debido a las malas influencias de su entorno, acabó metido en el mundo de las drogas. Sorprendentemente, a pesar de encontrarse en esa situación, sentía fuertemente la presencia del Señor intentando prevenirle de los peligros que su alma podía sufrir si seguía viviendo de esa forma. Solo muchos años después, tras una oración en el Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela, recibió la fuerza que necesitaba para apartarse definitivamente del mundo del pecado. Y, tras un largo camino de conversión, descubrirá que ha sido elegido para ser solo de Dios.

Dios quiere sanarte

D. Salvador Romero —sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España)— recuerda que, igual que proporcionamos diferentes cuidados a nuestro cuerpo para que se mantenga sano, del mismo modo, nuestra alma necesita ser cuidada espiritualmente. La Iglesia nos facilita el acceso a estos cuidados espirituales por medio de los sacramentos de la confesión y la Eucaristía, la oración, la dirección espiritual y otros que D. Salvador explicará. El sacerdote es el primero que tiene que tener esto en cuenta, ya que su misión principal es velar por la santificación de las almas que el Señor le encomienda en su ministerio sacerdotal.

Mis manos están consagradas

D. Salvador Romero, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia (España), no recuerda haber reflexionado durante su infancia y juventud sobre la posibilidad de ser llamado por Dios para ser sacerdote. De hecho, por diversas circunstancias, pero en especial por la atracción del mundo, acabó alejado de la Iglesia durante un tiempo. Hoy, tras catorce años de sacerdocio, D. Salvador Romero solo da gracias a Dios por haberle elegido, convencido de que el único sentido de su vida es ser instrumento para que Cristo pueda llegar a las almas a través de los sacramentos, especialmente el de la Sagrada Eucaristía.

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