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"El sacerdote" te quiere ayudar a comprender la grandeza del ministerio que Dios ha confiado a algunos hombres que Él mismo ha elegido, para prolongar su misión en el mundo.
"El mismo Señor, para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo [...], entre ellos constituyó a algunos ministros, para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñar públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres" (Presbyterorum Ordinis, nº 2).

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‌Por el bautismo todos los cristianos estamos llamados a una identificación con Cristo, pero solo algunos tienen la llamada dentro de la llamada para llegar a una identificación más íntima con el Señor, ser Alter Christus. En este programa de «El Sacerdote», el P. Ramón Martín, sacerdote diocesano de Valencia, habla de un modo concreto sobre este camino de santidad reflejado en el don del celibato. Por esta vida célibe, el sacerdote está llamado a llevar a cabo su misión de entregarse a todos y a no tener ni tiempo para él mismo, para poder llevar a término su misión específica y exclusiva de pertenecer solo a Cristo y así poder servir al pueblo santo de Dios.

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Una llama en el corazón

«El Señor iba preparando mi corazón para lo que Él tenía pensado y que yo, por aquel entonces, desconocía». D. Alberto Morante, sacerdote diocesano de Alcalá de Henares (Madrid, España), después del servicio militar y finalizados los estudios de formación profesional, trabajó en un colegio de las Hijas de la Caridad. Fue allí que, en una Semana Santa, se sintió llamado por el Señor a la vocación sacerdotal.

El abrazo del Padre Misericordioso

«El poder de la gracia de Dios puede vencer todo pecado». El P. Félix López —superior general de los Siervos del Hogar de la Madre— habla sobre el sacerdote y el sacramento de la reconciliación. Es en este sacramento donde podemos experimentar el perdón y la paz que proceden de las llagas de Jesús. El pecador experimenta, igual que el «hijo pródigo», el abrazo del Padre misericordioso que le invita a la conversión y a que no peque más. El P. Félix habla también de la importancia de la confesión para el mismo sacerdote.

«Mi alimento es su voluntad»

«El sacerdote tiene que tener los ojos fijos en Jesucristo». El P. Félix López —superior general de los Siervos del Hogar de la Madre— nos habla de la identificación del sacerdote con Cristo Sacerdote. Es en Cristo donde el sacerdote descubre su identidad, quién es, qué debe hacer, de qué manera... Para ello tiene que tratar mucho a Jesucristo vivo en la Eucaristía y leer mucho el Evangelio. Como Cristo, el sacerdote descubre que su alimento es hacer la voluntad del Padre.

La Virgen, mi Madre

«La Virgen ama a los sacerdotes, porque ama a Jesús en ellos». El P. Félix López —superior general de los Siervos del Hogar de la Madre— nos habla del papel de la Virgen en su vida, en su llamada y en su sacerdocio. Nos descubrirá también el misterio de María, la encarnación y el sacerdocio de Cristo: dos «sí» que se unen. La Virgen no se olvida del encargo que Jesús le dio desde la Cruz: —«he ahí a tu hijo»— y ejerce como madre. Esto lo hace de manera especial con los sacerdotes, a los cuales ama porque ama a Jesús en ellos. El P. Félix la experimenta sobre todo como Madre que ha estado siempre presente en su vida. Y alimenta este amor con la relación filial y cercana y con el rezo del Santo Rosario.

Mirarme en Él

«La Eucaristía y el sacerdocio son inseparables». El P. Félix López —superior general de los Siervos del Hogar de la Madre—, nos habla de cómo el Corazón de Jesús, tan lleno de amor, quiso instituir el sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y de su Sangre para «perpetuar el sacrificio de la cruz», como dice el Concilio Vaticano II en la Constitución sobre la Liturgia. El P. Félix nos confiesa que, elevar la Hostia en la consagración, le ayuda a mirar a Jesús y a mirarse en Él, como en un espejo. Al ver a Jesús y su actitud de donación, se pregunta si él vive con esta misma actitud.

No puedo decirle que no

El P. Félix López nos habla en esta ocasión de su propia llamada al sacerdocio. Siendo monaguillo, al estar muy cerca del altar, preguntaba con frecuencia al Señor: «¿qué quieres de mí?». Pasó el tiempo y el Señor le salió al encuentro mientras estudiaba la carrera de Farmacia. Le llamaba a una entrega más grande. ¿Qué responder? «A un Dios que se ha dejado clavar en una Cruz por mí, yo no puedo decirle que no».

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